CORRER
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CORRER
CORRER
Hace un tiempo que iba corriendo, cada vez más, cada vez más rápido.
Sin percatarme del camino, sin darme cuenta que iba perdiendo cosas.
Se me escapaban de los bolsillos, amigos, encuentros, charlas. Hasta que me detuve.
Paré y vi alrededor las sombras que a mi lado estaban.
Cobraban formas humanas.
Los ruidos se transformaban en sonidos.
Lo grisáceo, en múltiples colores.
Al ver mis bolsillos vacíos, me di vuelta y quise volver sobre mis pasos.
Quise recuperar lo caído. Sólo encontré vestigios de aquello.
Todo se lo había llevado el viento.
Los transeúntes que por ahí pasaban, la multitud de autos y personajes de la ciudad.
Pero me detuve, pero me mantuve quieto, y retomé nuevamente el camino.
Con los bolsillos vacíos, caminando lento, pero buscando volverlos a llenar.
Matías Amaya Córdoba
Hace un tiempo que iba corriendo, cada vez más, cada vez más rápido.
Sin percatarme del camino, sin darme cuenta que iba perdiendo cosas.
Se me escapaban de los bolsillos, amigos, encuentros, charlas. Hasta que me detuve.
Paré y vi alrededor las sombras que a mi lado estaban.
Cobraban formas humanas.
Los ruidos se transformaban en sonidos.
Lo grisáceo, en múltiples colores.
Al ver mis bolsillos vacíos, me di vuelta y quise volver sobre mis pasos.
Quise recuperar lo caído. Sólo encontré vestigios de aquello.
Todo se lo había llevado el viento.
Los transeúntes que por ahí pasaban, la multitud de autos y personajes de la ciudad.
Pero me detuve, pero me mantuve quieto, y retomé nuevamente el camino.
Con los bolsillos vacíos, caminando lento, pero buscando volverlos a llenar.
Matías Amaya Córdoba
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