EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Mensaje por Arjona Dalila Rosa Sáb Dic 25, 2021 8:23 pm

La tienda

Entre humos, llamas, cenizas,
que volando en remolinos
del abandonado campo,
al sol ofuscan el brillo,

de don Alonso la tienda
tiene desde lejos fijos
de la multitud los ojos,
la atención de sus amigos.

Aderezado un overo
cerca de ella, altos relinchos
da, y huella y escarba el polvo,
no cabiendo ya en sí mismo.

Porque la mano en el diestro
tiene sujeto su brío
un paje, que también tiene
un lanzón con pendoncillo.

Están dentro de la tienda,
a un lado, sentada en rico
almohadón de terciopelo
sobre tapete morisco,

una gallarda señora
con semblante dolorido,
teniendo en sus bellos brazos
dos hermosísimos niños.

Y en pie, a su frente, un joven
de brillante arnés vestido,
la cabeza sin almete
y el rostro contemplativo.

Dos luceros son los ojos
de aquella dama o prodigio,
que a las mejillas de nácar
le dan perlas por rocío.

Las negras y luengas trenzas
con negligente prendido
dan más blancura a su frente,
dan a sus ojos más brillo,

dan más carmín a sus labios
de amor poderoso hechizo,
dibujando un albo cuello
y un seno de ángeles nido;

pues viendo en él agrupados
a los dos infantes lindos,
el llamarle de esta suerte
no es exagerado estilo.

El mancebo, armado, muestra,
en aspecto y atavío,
de su linaje lo ilustre
y de su cuna lo rico.

Es el noble don Alonso
de Córdoba, que cautivo
de un amor firme, combate
por salir de un laberinto.

Del gran marqués de Alcaudete
hermano, y aun presuntivo
heredero, aquella hermosa
ha tiempo tiene consigo,

con disgusto y con despecho,
no solo del marqués mismo,
sino de otros dos hermanos
capitanes de gran brío,

que en las huestes españolas
con el de Pescara invicto,
para avalorar su nombre
ocupan honroso sitio.


La dama, en ilustre sangre,
al joven esclarecido
no iguala, es cierto, mas junta
a los altos atractivos

de la gracia y la belleza,
del donaire y señorío,
y de los ojos de fuego,
y del hablar argentino,

tal bondad y tal ternura,
tan cultivado y pulido
entendimiento y modales
tan dulces, gratos y finos,

que de don Alonso tienen
disculpa los extravíos,
por prenda en quien tantas dotes
colocar el cielo quiso;

pues amor y entendimiento
y valor, siempre se ha dicho
que igualarlo pueden todo:
y no es error el decirlo.

Ella es honrada, aunque humilde,
y para hombre bien nacido
el honor de las mujeres
no es juguete de capricho.

Y si es que tiene de padre
ya la obligación consigo,
con Dios y con los sensatos
se ve en grande compromiso.


Don Alonso, caballero
de tan altos requisitos,
cuando va a exponer la vida
a un inminente peligro

(siempre solemne momento
en que entra el hombre en sí mismo,
porque voces que no mienten
le dan interiores gritos),

revuelve allá en su cabeza
mil encontrados arbitrios
para entre el mundo y el cielo
encontrar algún camino.

Su pecho es campo en que luchan
irritados enemigos,
preocupaciones, afectos,
miramientos y cariños.

Y con los brazos cruzados,
el rostro helado y marchito,
desencajados los ojos,
convulsos los labios fríos,

hecha pedazos el alma,
el corazón derretido,
quisiera que un rayo ardiente
le clavara en aquel sitio.


La dama, que no sospecha
el confuso laberinto
en que se pierde su amante,
demudado y discursivo,

creyendo que el amor sólo
detiene su heroico brío,
en momento en que el retardo
pone el honor en peligro,

sollozando: «¿Qué os detiene,
-dice-, amado dueño mío,
cuando las tropas os llaman
y os espera el enemigo?

»Volad, que yo no os detenga;
volad, señor, os suplico,
vuestro nombre y vuestra fama
son antes que yo y mis hijos.»

De tal labio, don Alonso,
al escuchar tal aviso,
que fue del honor espuela
y del amor incentivo,

en sí torna, se resuelve,
y dando un largo suspiro,
como lo da el que cansado
sale de un profundo abismo:

«Decís bien, señora -exclama-;
mas venid a ser testigo
de que pago cuanto debo
a Dios, a vos y a mí mismo.»

Cálase el yelmo; del brazo
en frenético delirio
ase a la dama, que aprieta
contra su seno a los niños.

Sale con ella y con ellos,
monta en el overo altivo,
acomoda en la gurupa
a su dama y a sus hijos,

y hacia el campo de batalla
a escape toma el camino,
en velocidad y en fuego
rayo o disparado tiro.

Todos cuantos le esperaban
reconócenlo al proviso,
de que traiga, avergonzados,
tal embarazo consigo.

La lenguaraz soldadesca
prorrumpe en picantes dichos,
pues no hay respeto que imponga
freno al vulgacho maligno.

Y los dos nobles hermanos
de don Alonso, ofendidos,
de enojo y cólera ciegos,
en tierra los ojos fijos,

temiéndose nueva afrenta
en tal hora y en tal sitio,
con las viseras esconden
los rostros excandecidos.

Ángel de Saavedra
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Mensaje por Roana Varela Miér Jun 22, 2022 5:27 am

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Gracias por el aporte al foro, no solo los poetas agradecen tu participación, sino tambien los lectores.Saludos
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 La tienda Empty Re: La tienda

Mensaje por sabra Miér Jul 13, 2022 7:06 pm

 La tienda Picmix41
Gran aporte al foro, es muy bueno y original.
Gracias por compartirlo.
Saludos cordiales.

sabra

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