EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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EL LLANTO DEL LIMPIADOR

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Mensaje por Marcela Noemí Silva Miér Mar 22, 2023 8:39 pm


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EL LLANTO DEL LIMPIADOR
 
 
Francisco taladra y desmiembra los cuerpos, sintiéndose la peor basura del mundo. El trabajo debería ser de rutina y sin sorpresas, pero esta vez es diferente.
El ser el limpiador del crimen organizado tiene sus ventajas y desventajas. El premio y castigo es constante y él no es la excepción de la regla. El vivir en la violencia tiene sus consecuencias y con los años los enemigos se multiplicaron por doquier. 
Alguna vez Francisco fue el jefe supremo de la mafia, pero después de cincuenta años perdió ese poder y ahora es el lacayo de sus superiores. Acepta su derrota como cualquier mortal, se resignó a sobrevivir en el mundo del hampa donde la ley del más fuerte es la base de la escala piramidal. Su mayor error fue creerse invulnerable y el confiar en las personas equivocadas fue su debilidad; ahora la vida le pasa la factura y tiene que pagar el costo.
Jamás pensó que un grupo de palurdos extranjeros lo derrotarían y ni en sueños imaginó que le arrebatarían la organización que él mismo fundó. En menos de una semana sufrió tres atentados contra su vida, le quemaron la casa, le vaciaron sus cuentas bancarias  y por eso se vio obligado a formar alianzas con otras organizaciones para que lo defiendan. Estos se ampararon en la ley ,que Francisco implementó para los desertores. Ley que globalizó a todas las organizaciones y que antaño fue muy bien recibida por los jefes de la mafia.  
El costo a pagar por no morir fue muy alto, el costo por sobrevivir lo fue aún más. El hombre tuvo que traicionar y comprar voluntades; razón por lo cual quedó en la ruina y ahora tiene que pedir permiso hasta para hablar.
Francisco siente la derrota en carne propia, vive envuelto en una telaraña que es su propia trampa. No puede abandonar el crimen organizado y no existen otras opciones de retiro. Si decide escapar, lo perseguirán y lo torturarán hasta matarlo.
Nadie escapa con los secretos de la organización sin sufrir las consecuencias y no importa el tiempo que pasé; aquél que opte por la deserción, siempre será encontrado y ejecutado. 
  
Cuando Francisco gozaba de todo el poder, el mismo, estableció las reglas e impuso “La ley del no retiro” Aquel que ignorara la ley será perseguido por años y se lo cazaría como a un animal.


-El castigo para la traición no caduca, la deserción se paga con la muerte y los secretos no tienen fecha de vencimiento-.Premisa que Francisco vociferaba a viva voz en sus arranques de furia.


Su cuñada osó desafiarlo, la mujer se escapó con el segundo al mando y Francisco, sin dudarlo, los sentenció a muerte. El amante de su cuñada era el propio hermano de Francisco y este no dudó en dar la orden para que se los asesinen según el reglamento.  
Después de dos años ambos amantes fueron encontrados y ejecutados ante los ojos de todos como símbolo de escarmiento. En ese entonces el limpiador era un anciano que con maestría redujo a los desdichados, sin posibilidad de ser enterrados.
A partir de ese momento llegó la desgracia a la vida de Francisco. Sus padres le expresaron su desprecio, hasta le retiraron la palabra, pero la estocada final ocurrió cuando su esposa lo abandonó llevándose a su hijo.
Desde ese día fatídico, Francisco ya no fue el mismo. Se volvió vulnerable e incursionó en la fe, hasta iba a la iglesia para sorpresa de todos. Él que siempre fue agnóstico, cambió su escepticismo por la religión. Todas las noches susurraba una oración y le rogaba a Dios, que la organización jamás encuentre a su familia.
Vivía deprimido y buscaba consuelo con las prostitutas de turno, que lo consideraban un hombre cruel y desalmado.  En sus noches de borrachera él les confesaba que aún amaba a su esposa, pero ellas no le creían. 
Tampoco su esposa jamás le creyó, cuando él le repetía una y otra vez que la amaba. La mujer no podía asociar el amor de ese hombre con las atrocidades que cometía a diario. Lo consideraba un ser frío, malvado, carente de emociones y en cada pelea prometía dejarlo, hasta que una madrugada cumplió su promesa.
 Para Francisco el abandono no fue una sorpresa, con tantas peleas matrimoniales era cuestión de tiempo la huida y temía por el peor desenlace.  Él intuía que ella no lo amaba, hasta en la intimidad sentía su rechazo, pero a él no le importaba ese detalle. Mientras su esposa permaneciera a su lado, él era feliz a su manera.
 Él era consciente de que ella lo abandonaría, apenas tenga la oportunidad, y sabiendo el final anunciado él intentó por todos los medios anular la ley, pero ya era muy tarde para eso. Su esposa se marchó, decidió correr el riesgo, aun sabiendo que sería buscada y ejecutada.
Treinta años atrás, el crimen organizado aplicaba la misma ley y Francisco, como jefe supremo, ordenó que la ley sea implantada en las pequeñas y grandes organizaciones.  
Después que perdió el poder, la ley se siguió implementando, ya que daba muy buenos resultados y se evitaba la fuga de información. 
Durante años Francisco intento en reiteradas ocasiones anular la ley, pero ya nadie lo escuchaba, ni lo respetaba y el poco poder que tenía se esfumó ante la falta de dinero. Para el mundo del hampa se convirtió en el viejo quejoso o en el carnicero que, a toda hora, despellejaba la basura humana que le llegaba.
Ahora su misma ley le juega en contra y como no existe lugar para un viejo sicario, está obligado a cumplirla.
 Podría pelear su lugar de poder una vez más, pero se siente demasiado viejo y además tiene miedo. Optó por la humillación y la cobardía antes que el honor y la dignidad. Está solo, lo perdió todo, hasta sus amigos y los que traicionó lo abandonaron. 
Ya no había lugar para él dentro de la organización, los esquemas de la delincuencia habían cambiado, sus ideas eran obsoletas y sentía que no había evolucionado con la época.  Para ser sicario estaba muy viejo y para ser el matón que amenaza a los deudores ya no tenia la fuerza, ni la vitalidad de antaño. Un buen día la suerte lo favoreció cuando falleció el viejo limpiador y él sin dudarlo aceptó ser el reemplazante en un trabajo que nadie quería.  
Ahora todo eso le parece lejano como si hubiesen pasado años y lo peor es que siente que todas las vivencias le pasó a otro y no a él. 
Taciturno desmiembra y taladra los huesos sobre la vieja tina de baño, desoyendo a sus superiores que lo apuran para que termine el maldito trabajo.
Siempre fue muy rápido con el trabajo, como ex estudiante de medicina sabe el lugar justo donde debe amputar. Esta vez trabaja con delicadeza, hasta se muestra compasivo con cada cadáver, hasta reza por cada trozo que cercena. 
Con delicadeza separa los miembros superiores de los inferiores, como cuando lo hacía en el viejo laboratorio de la universidad.
Con el rostro mojado por las lágrimas, sabe que hoy el trabajo es diferente. Sus movimientos son como si estuviera ejecutando un ritual y al mismo tiempo llora con desesperación, sin poder controlarse. 
No tiene el valor para desafiar a sus jefes, menos abandonar el trabajo e irse a casa; tampoco está seguro de querer hacerlo. 
Los sicarios más jóvenes murmuran por lo bajo entre sí, lo escuchan llorar y se burlan del viejo que alguna vez tuvo el poder de decidir sobre quien vive y quien muere.  Se ríen de quien ejecutó a tantos inocentes, con crueldad desmedida, sin que se le caiga una sola lágrima, o sin tener un ápice de conciencia.
Francisco siente las burlas a sus espaldas y decide ignorarlos, no quiere problemas, ni salir lastimado. Ni siquiera se anima a mirarlos con desprecio, solo piensa que ellos jamás entenderán su dolor y no saben por el horror que está pasando. 
Su familia fue encontrada y Francisco fue obligado a demostrar su lealtad hacia la organización. Él no pudo negarse, ni siquiera reaccionó cuando lo nombraron como ejecutor de su propia familia. En ese instante sintió que toda su vida se derrumbaba, el miedo lo paralizó cuando escuchó la voz del jefe, sintió el mismo terror que antaño sus subordinados sentían ante su presencia . 
Como un cobarde priorizó su propia vida, antes que defender a la mujer que amaba o a su propia sangre.
Ahora su esposa e hijo yacen desmembrados en la vieja tina, mientras Francisco mira con espanto su labor. Jamás se perdonará haber sido el verdugo y al mismo tiempo el limpiador que acrecentó su propia tragedia. Siente que cruzó todos los límites, que no hay retorno del infierno, ni siquiera balbuceando una oración.  


Fin


Marcela Noemí Silva
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Última edición por Marcela Noemí Silva el Jue Mar 23, 2023 10:59 pm, editado 13 veces
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Mensaje por sabra Jue Mar 23, 2023 11:27 pm

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Gracias por este aporte querida Noemí, es un cuento cruel muy bien escrito.
Me ha erizado un tanto.
Un abrazo.

sabra

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