Égloga II-Parte 1.6-Garcilaso de la Vega
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Égloga II-Parte 1.6-Garcilaso de la Vega
ALBANIO
Cese ya el artificio
de la maestra mano;
no me hagas pasar tan grave pena.
Harásme tú, Salicio,
ir do nunca pie humano
estampó su pisada en el arena.
Ella está tan ajena
d’estar desa manera
como tú de pensallo,
aunque quieres mostrallo
con razón aparente a verdadera;
ejercita aquí el arte
a solas, que yo voyme en otra parte.
SALICIO
No es tiempo de curalle
hasta que menos tema
la cura del maestro y su crüeza;
solo quiero dejalle,
que aun está la postema
intratable, a mi ver, por su dureza;
quebrante la braveza
del pecho empedernido
con largo y tierno llanto.
Iréme yo entretanto
a requirir d’un ruiseñor el nido,
que está en un alta encina
y estará presto en manos de Gravina.
CAMILA
Si desta tierra no he perdido el tino,
por aquí el corzo vino que ha traído,
después que fue herido, atrás el viento.
¡Qué recio movimiento en la corrida
lleva, de tal herida lastimado!
En el siniestro lado soterrada,
la flecha enherbolada iba mostrando,
las plumas blanqueando solas fuera,
y háceme que muera con buscalle.
No paso deste valle; aquí está cierto,
y por ventura muerto. ¡Quién me diese
alguno que siguiese el rastro agora,
mientras la herviente hora de la siesta
en aquesta floresta yo descanso!
¡ Ay, viento fresco y manso y amoroso,
almo, dulce, sabroso!, esfuerza, esfuerza
tu soplo, y esta fuerza tan caliente
del alto sol ardiente ora quebranta,
que ya la tierna planta del pie mío
anda a buscar el frío desta hierba.
A los hombres reserva tú, Dïana,
en esta siesta insana, tu ejercicio;
por agora tu oficio desamparo,
que me ha costado caro en este día.
¡Ay dulce fuente mía, y de cuán alto
con solo un sobresalto m’arrojaste!
¿Sabes que me quitaste, fuente clara,
los ojos de la cara?, que no quiero
menos un compañero que yo amaba,
mas no como él pensaba. ¡Dios ya quiera
que antes Camila muera que padezca
culpa por do merezca ser echada
de la selva sagrada de Dïana!
¡Oh cuán de mala gana mi memoria
renueva aquesta historia! Mas la culpa
ajena me desculpa, que si fuera
yo la causa primera desta ausencia,
yo diera la sentencia en mi contrario;
él fue muy voluntario y sin respeto.
Mas ¿para qué me meto en esta cuenta?
Quiero vivir contenta y olvidallo
y aquí donde me hallo recrearme;
aquí quiero acostarme, y en cayendo
la siesta, iré siguiendo mi corcillo,
que yo me maravillo ya y m’espanto
cómo con tal herida huyó tanto.
Cese ya el artificio
de la maestra mano;
no me hagas pasar tan grave pena.
Harásme tú, Salicio,
ir do nunca pie humano
estampó su pisada en el arena.
Ella está tan ajena
d’estar desa manera
como tú de pensallo,
aunque quieres mostrallo
con razón aparente a verdadera;
ejercita aquí el arte
a solas, que yo voyme en otra parte.
SALICIO
No es tiempo de curalle
hasta que menos tema
la cura del maestro y su crüeza;
solo quiero dejalle,
que aun está la postema
intratable, a mi ver, por su dureza;
quebrante la braveza
del pecho empedernido
con largo y tierno llanto.
Iréme yo entretanto
a requirir d’un ruiseñor el nido,
que está en un alta encina
y estará presto en manos de Gravina.
CAMILA
Si desta tierra no he perdido el tino,
por aquí el corzo vino que ha traído,
después que fue herido, atrás el viento.
¡Qué recio movimiento en la corrida
lleva, de tal herida lastimado!
En el siniestro lado soterrada,
la flecha enherbolada iba mostrando,
las plumas blanqueando solas fuera,
y háceme que muera con buscalle.
No paso deste valle; aquí está cierto,
y por ventura muerto. ¡Quién me diese
alguno que siguiese el rastro agora,
mientras la herviente hora de la siesta
en aquesta floresta yo descanso!
¡ Ay, viento fresco y manso y amoroso,
almo, dulce, sabroso!, esfuerza, esfuerza
tu soplo, y esta fuerza tan caliente
del alto sol ardiente ora quebranta,
que ya la tierna planta del pie mío
anda a buscar el frío desta hierba.
A los hombres reserva tú, Dïana,
en esta siesta insana, tu ejercicio;
por agora tu oficio desamparo,
que me ha costado caro en este día.
¡Ay dulce fuente mía, y de cuán alto
con solo un sobresalto m’arrojaste!
¿Sabes que me quitaste, fuente clara,
los ojos de la cara?, que no quiero
menos un compañero que yo amaba,
mas no como él pensaba. ¡Dios ya quiera
que antes Camila muera que padezca
culpa por do merezca ser echada
de la selva sagrada de Dïana!
¡Oh cuán de mala gana mi memoria
renueva aquesta historia! Mas la culpa
ajena me desculpa, que si fuera
yo la causa primera desta ausencia,
yo diera la sentencia en mi contrario;
él fue muy voluntario y sin respeto.
Mas ¿para qué me meto en esta cuenta?
Quiero vivir contenta y olvidallo
y aquí donde me hallo recrearme;
aquí quiero acostarme, y en cayendo
la siesta, iré siguiendo mi corcillo,
que yo me maravillo ya y m’espanto
cómo con tal herida huyó tanto.
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