EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Rúmpeles-Tíjeles

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Mensaje por Roana Varela Jue Ago 01, 2013 8:16 pm

Rúmpeles-Tíjeles

Había una vez un molinero que era muy pobre, pero tenía una buena hija. Un día sucedió que tuvo que ir a hablar con el rey, y para presentarse como persona importante le dijo:

-"Tengo una hija que cuando hila el lino, lo convierte en oro."-

El rey dijo al molinero:

-"Ese es un arte que me complace mucho. Si tu hija es tan ingeniosa como dices, tráela mañana a mi palacio, y entonces veré eso que hace."-

Y cuando llegaron al palacio, el rey llevó a la muchacha a un cuarto que estaba lleno de lino, le dio una rueda de hilar y un carrete, y le dijo:

-"Ahora ponte a trabajar, y si para mañana temprano no has hilado y convertido este lino en oro, te castigaré."-

Enseguida él cerró con llave el cuarto y la dejó sola. Allí, ella se sentó, y no sabía qué hacer. No tenía idea de como hilar y transformar el lino en oro. Y se acongojó tanto, y se sintió tan miserable que se puso a llorar.

Pero de pronto la puerta se abrió, y entró un pequeño hombrecillo, que dijo:

-"Buenos días, señorita molinera, ¿por qué lloras así?"-

-"¡Ay!"- contestó la muchacha, -"tengo que hilar lino y convertirlo en oro, y yo no sé cómo hacer eso."-

-"¿Qué me darías si yo lo hago por ti?"- preguntó el enano.

-"Mi lazo de gargantilla."- dijo la joven.

El hombrecito tomo el lazo, se sentó al frente de la rueda, y "roar.." "roar.." "roar...", tres vueltas y el carrete se llenó. Entonces puso otro, y "roar.." "roar.." "roar...", tres vueltas y el segundo carrete se llenó. Y así siguió hasta la mañana siguiente, cuando todo el lino quedó hilado y los carretes llenos de oro. Apenas empezada la mañana llegó el rey, y al ver el oro quedó embelesado y asombrado, pero únicamente su corazón se volvió más avaro. Y llevó a la hija del molinero a otra habitación aún más grande, y le ordenó hilar todo aquello en una noche si quería evitar el castigo. La muchacha no sabía como se salvaría, y empezó a llorar, cuando la puerta se abrió de nuevo y el hombrecito apareció y le dijo:

-"¿Qué me darías si yo te hilo y convierto en oro todo ese lino?"-

-"El anillo de mi dedo"- respondió ella.

El enano tomó el anillo y empezó a girar la rueda, y al amanecer ya tenía todo el lino hilado y convertido en brillante oro.

El rey se regocijó sin medida por lo que veía, pero sintió que aún no tenía suficiente oro, y llevó a la doncella a una aún más grande habitación llena también de lino, y le dijo:

-"Tienes que trabajar esto también en el transcurso de la noche, y si tienes éxito, te haré mi esposa."-

-"No me importa que sea hija de un molinero"- pensó él, -"no podría encontrar una esposa con mayor riqueza en el mundo entero."-

Cuando la joven quedó sola, el enano entró de nuevo por tercera vez, y dijo:

-"¿Qué me darás si te realizo el trabajo esta vez también?"-

-"Ya no me queda nada que pudiera darte."- contestó la muchacha.

-"Entonces prométeme que si llegas a ser la reina, me darás a tu primer hijo."- dijo él.

-"¡Quién sabe para que eso pueda suceder!"- pensó ella.

No teniendo otra opción para salir de este problema, le prometió al duende lo que pidió, y entonces una vez más él hiló y convirtió el lino en oro.

Y cuando el rey llegó en la mañana, y encontró todo finalizado tal como lo pidió, la tomó en matrimonio, y la buena hija del molinero llegó a ser la reina.

Un año después, ella tuvo un hermoso niño, y jamás volvió a recordar duende. Pero súbitamente éste entro al dormitorio y dijo:

-"Ahora dame lo prometido."

La reina se horrorizó, y le ofreció al enano todas las riquezas del reino si la dejaba con el niño. Pero el duende dijo:

-"No, algo que es viviente es más apreciado por mí que todos los tesoros del mundo."-

Entonces la reina empezó a llorar y gritar tan amargamente que el duende se compadeció.

-"Bien, te daré tres días de tiempo"- dijo él, -"si para ese tiempo averiguas mi nombre, podrás quedarte con el niño."-

Así, la reina pasó toda la noche pensando en todos los nombres que ella hubiera oído antes, y envió un mensajero por todo el reino para preguntar, a lo ancho y largo, por todos los nombres que hubiera.



Cuando al día siguiente llegó el duende, ella empezó a mencionar "Melchor", "Gaspar", "Baltazar" y todos los demás que ella había aprendido, uno tras otro. Pero a cada ocasión el hombrecito respondía:

-"Ése no es mi nombre."-

En el segundo día ella había preguntado en la vecindad por los nombres de las personas de allí, y ella le repetía al duende los más curiosos y desconocidos nombres.

-"Quizás tu nombre sea "Mecacorto", o "Ríoazul", o "Estrellablanca"."-

Pero él siempre respondía:

-"Ése no es mi nombre."-

Al tercer día regresó el mensajero que había enviado y éste dijo:

-"No me ha sido posible encontrar un nuevo nombre, pero cuando subí a una alta montaña al final del bosque, donde la zorra y la liebre se dicen entre sí "buenas noches", ví una pequeña casa, y al frente de la casa había un fuego encendido, y dando vueltas alrededor del fuego un ridículo hombrecito que brincando en un pie, cantaba:

-"Hoy horneo, mañana fermento,
y al siguiente el niño de la reina mío será.
¡Já! Gustoso estoy que nunca sabrá
que Rúmpeles-Tíjeles será su tormento."

¡Ya te puedes imaginar lo contenta que se puso la reina cuando escuchó el nombre! Y cuando poco después el hombrecito entró, y preguntó:

-"¿Ahora señora reina, cuál es mi nombre?"-

De primero ella preguntó:

-"¿Será tu nombre Conrad?"-

-"No."-

-"¿Es Pedro?"-

-"No."-

-"¡Entonces podría ser Rúmpeles-Tíjeles!"- gritó con entusiasmo.

-"¡Fue el diablo quien te lo dijo!¡Fue el diablo quien te lo dijo!"- gritaba el duende.

Y en su enojo zapateó tan duro en la tierra que la pierna derecha entera se le hundió, y entonces de rabia se apoyó tan fuerte en la pierna izquierda que él mismo se partió en dos, desapareciendo al instante para siempre.

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