EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Las Tres Hojas de la Serpiente

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Las Tres Hojas de la Serpiente   Empty Las Tres Hojas de la Serpiente

Mensaje por Roana Varela Jue Ago 15, 2013 1:39 am

Las Tres Hojas de la Serpiente  

Había una vez un hombre pobre, que ya no podía apoyar más a su único hijo. Entonces dijo el hijo,  

-"Querido padre, las cosas van tan mal con nuestra economía, que soy una carga para usted. Yo prefiero marcharme y ver como puedo ganarme mi pan."-  

Entonces el padre le dio su bendición, y con gran pena se despidió de él. En este tiempo el rey del país estaba en guerra, y el joven tomó el servicio con el rey, por lo que se inscribió para luchar.  

Y cuándo se presentaron frente al enemigo, hubo una gran batalla, y mucho peligro, y llovió tanto fuego que sus compañeros caían por todos  lados, y cuando el líder también fue matado, aquellos que quedaban estuvieron a punto de darse a la fuga, pero el joven se puso adelante, les habló vigorosamente, y gritó,  

-"¡No dejaremos a nuestra patria ser arruinada!"-  

Entonces los demás lo siguieron, y él siguió adelante y al fin triunfó frente al enemigo. Cuando el rey oyó que a él sólo le debía la victoria, el  rey lo levantó sobre todos los demás, le dio grandes tesoros, y lo hizo el primero en el reino.  

El Rey tenía a una hija que era muy hermosa, pero también era muy extraña. Ella había hecho un voto de no tomar a nadie como su señor y marido si no prometía dejarse ser sepultado vivo con ella si ella muriera primero.  

-"¿Si él me amara con todo su corazón,"- dijo ella, -"de qué le servirá la vida a él después?"-  

Por su parte ella haría lo mismo, si él muriera primero, bajaría a la tumba con él. Este juramento extraño había espantado hasta este tiempo a todo pretendiente, pero el joven se encantó tanto con su belleza que no le importaba ninguna otra cosa, y la pidió a su padre como esposa.  

-"¿Pero ya sabes bien que es lo que debes prometer?"- preguntó el rey.  

-"Debo ser sepultado con ella,"- contestó él, -"si la sobrevivo, pero mi amor es tan grande que no me importa el riesgo."  

Entonces el rey consintió, y la boda fue solemnizada con gran esplendor.  

Ellos vivieron un tiempo muy felices y contentos el uno con el otro, pero luego aconteció que la joven reina fue atacada por una enfermedad severa, y ningún médico pudo salvarla. Y cuando ella yacía allí muerta, el rey joven recordó lo que él había prometido, y  se horrorizó al pensar en la obligación de acostarse vivo en la tumba, pero no cabía ninguna fuga. El rey padre había colocado a centinelas en todas las puertas, y no era posible evitar su destino. Cuando vino el día en que el cadáver debía ser sepultado, él fue bajado a la bóveda real con ella, y luego la puerta fue cerrada y echado el cerrojo.  

Cerca del ataúd estaba una mesa en la cual había cuatro velas, cuatro bollos de pan, y cuatro botellas de vino, y cuando esta provisión llegara a su final, él tendría que morir de hambre. Y él se sentó allí lleno de dolor y de pena, comió cada día sólo un trocito del pan, bebió sólo un traguito de vino, y vio la muerte diariamente acercándose cada vez más cerca. Mientras él estaba así miró fijamente una esquina, y vio que por un hueco venía saliendo una serpiente con intenciones de acercarse al cadáver. Y cuando él pensó que venía  para morderla, él sacó su espada y dijo,  

-"¡Mientras yo viva, no la tocarás!"- y cortó a  la serpiente en tres pedazos.  

Al poco rato, una segunda serpiente se arrastró por el agujero, y cuando vio a la otra serpiente muerta y cortada en pedazos, se  devolvió, pero pronto regresó con tres hojas verdes en su boca. Entonces ella tomó los tres pedazos de la serpiente muerta, los puso juntos, justo donde deberían ir, y colocó una de las hojas en cada herida. Inmediatamente las partes cortadas se juntaron, la serpiente se movió, volvió a la vida otra vez, y ambas apresuradamente se alejaron juntas. Las hojas fueron dejadas en la tierra, y un deseo entró en la mente del infeliz hombre que había estado mirando todo esto: saber si el poder maravilloso de las hojas que habían traído a la serpiente a la vida otra vez, no podrían servir igualmente a un ser humano.  



Entonces él recogió las hojas y puso a una de ellas en la boca de su esposa muerta, y los otros dos en sus ojos. Y apenas había él hecho eso, cuando la sangre se movió en sus venas, se elevó a su cara pálida, y se llenó de color otra vez. Entonces ella recuperó el aliento, abrió sus ojos, y dijo,  

-"Oh, Dios, ¿dónde estoy yo?"  

-"Estás conmigo, querida esposa,"- contestó él, y le dijo como había pasado todo, y como él la había devuelto otra vez a la vida. Entonces él le dio un poco de su vino y del pan, y cuando ella había recobrado su fuerza, él la levantó y fueron a la puerta y llamaron, y llamaron en voz tan alta que los centinelas los oyeron, y se lo dijeron al rey. El rey bajó y abrió la puerta, y allí los encontró tanto fuertes como bien en todo, y se alegró con ellos que ahora toda la pena había terminado. El rey joven tomó las tres hojas de serpiente con él, se las dio a un criado fiel y le dijo,  

-"Guárdalas para mí con cuidado, y llévalas constantemente contigo; ¡quién sabe de que problema ellas podrían sacarnos aún!"-  

Sin embargo, un cambio había tenido lugar en su esposa. Después de haber sido restablecida a la vida, parecía que todo su amor por su esposo había desaparecido de su corazón. Tiempo más tarde, una vez que el joven quiso hacer un viaje por mar para visitar a sus padres, después de abordar la nave, ella fue indiferente al gran amor y fidelidad que él le había mostrado a ella, y que fueron los motivos para rescatarla de la muerte, contrayendo una malévola inclinación hacia el capitán del navío. Y una vez, cuando el rey joven estaba dormido, ella llamó al capitán y ella agarró al joven por la cabeza, y el capitán lo tomó por los pies, y lo lanzaron hacia abajo al mar.  

Cuando el vergonzoso hecho fue ejecutado, ella dijo,  

-"Ahora déjanos volver a casa, y diremos que él murió durante el viaje. Te alabaré y elogiaré tanto ante mi padre que él te casará conmigo, y te hará el heredero de su corona."-  

Pero el criado fiel que, sin que lo notaran, había visto todo lo que ellos hicieron, desató un pequeño bote del barco, entró en él, y salió en el bote en busca de su patrón, y dejó a los traidores continuar su camino. Él alcanzó y sacó el cadáver, y por la ayuda de las tres hojas de la serpiente, las cuales él llevó siempre consigo, las que puso en los ojos y boca del joven, devolviendo  afortunadamente al joven rey a la vida.  

Ambos remaron con toda su fuerza de día de y noche, y su pequeño bote navegó tan rápidamente que ellos llegaron donde el viejo rey antes de que los demás lo hicieran. Él se sorprendió  cuando los vio venir solos, y preguntó qué les había pasado. Cuando él supo de la maldad de su hija dijo,  

-"No puedo creer que ella se haya comportado tan malvadamente, pero la verdad saldrá a luz muy pronto,"- y pidió a ambos entrar en una cámara secreta para mantenerse debidamente escondidos de toda persona.  

Poco después el gran barco llegó, y la mujer descarriada apareció ante su padre fingiendo un semblante preocupado. Él preguntó,  

-"¿Por qué regresas sola? ¿Dónde está tu marido?"  

-"Ay, querido padre,"- contestó ella, -"vengo a casa otra vez con una gran pena; durante el viaje, mi marido enfermó de repente y murió, y si el buen capitán no me hubiera dado su ayuda, todo  habría ido el mal conmigo. Él estuvo presente en su muerte, y lo  puede atestiguar a todos ustedes."-  

El rey entonces dijo,  

-"Traeré a los muertos a la vida otra vez,"- y abrió la cámara, y pidió a  los dos salir.  

Cuando la mujer vio a su marido, quedó atónita, y cayó en sus rodillas y pidió piedad. El rey dijo,  

-"No habrá ninguna piedad. Él estaba dispuesto a morir contigo y te restauró a la vida otra vez, pero tú lo asesinaste mientras dormía, y deben recibir la recompensa que eso genera."-  

Entonces ella fue colocada junto con su cómplice en un bote y enviados al mar, de donde nunca más se volvió a saber de ellos.  

Enseñanza:  

La respuesta a una gran fidelidad, debe ser siempre otra gran fidelidad recíproca, nunca la traición.  

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