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DESHOJARTE
por Raul T Sáb Mar 07, 2015 8:33 pm
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DESHOJARTE
El horizonte es el mar
que no vuelve es un pestañeo
el que lo he divisado desde lejos,
un súbito respingo de pájaro aturdido,
propio de los años que aparento,
me motiva para seguir hablando con ella
a la noche en nuestro cuarto frente al mar,
casi arrimada a la luz soñolienta de la luna,
comenzabas a deshojarte de a poco,
mientras yo tendido bocabajo,
hacia el pie de la cama te miro, te dibujo
te quitas las sandalias que te adornan,
te demoras en zafarte
algunas greñas de tu cabellera,
como si estuvieses tocando castañuela,
dejas caer la última prenda.
De pronto soy preso de un contraste inesperado
veo una mujer hermosa y dorada a la plancha,
comestible en plato de sabana,
con un vello púbico completamente albino,
como las hojas amarillas de la flor que brilla,
y tu fruto carnoso, una visión mágica, lunar, lechosa.
Me incorporas a la vida
me dices una frase estremecida
cuando tocaba esa flor amarilla,
acaríciame toda, mías tus ondas y mía tu sed,
tuyo y mío ese reloj de arena,
que se nos escurre de las manos con placer
Raul T
DESHOJARTE
El horizonte es el mar
que no vuelve es un pestañeo
el que lo he divisado desde lejos,
un súbito respingo de pájaro aturdido,
propio de los años que aparento,
me motiva para seguir hablando con ella
a la noche en nuestro cuarto frente al mar,
casi arrimada a la luz soñolienta de la luna,
comenzabas a deshojarte de a poco,
mientras yo tendido bocabajo,
hacia el pie de la cama te miro, te dibujo
te quitas las sandalias que te adornan,
te demoras en zafarte
algunas greñas de tu cabellera,
como si estuvieses tocando castañuela,
dejas caer la última prenda.
De pronto soy preso de un contraste inesperado
veo una mujer hermosa y dorada a la plancha,
comestible en plato de sabana,
con un vello púbico completamente albino,
como las hojas amarillas de la flor que brilla,
y tu fruto carnoso, una visión mágica, lunar, lechosa.
Me incorporas a la vida
me dices una frase estremecida
cuando tocaba esa flor amarilla,
acaríciame toda, mías tus ondas y mía tu sed,
tuyo y mío ese reloj de arena,
que se nos escurre de las manos con placer
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