ALLÍ ESTARÉ
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ALLÍ ESTARÉ
ALLÍ ESTARÉ
Allí estaré,
bajo la última ola
que cubre el cielo.
Sé que, aunque corriese
nunca podría detenerme el tiempo.
Mirando a otro lado
se haría el distraído,
dando de si,
para que mi sonrisa se recueste
en el mismo pecho
donde al unísono,
su trino se detiene.
Sin agujas, ni arena,
ni soles que lo contemplen,
reza en hebreo mi suerte
y se convence de que volar,
es mejor que llegar a su nombre.
Y aquí estoy sin tiempo ni huellas,
pero con tu espíritu,
bajo el ala de un cometa viejo
que juega con tu calor y el viento.
No sé quién fue primero,
si él o yo,
si la intención o el pensamiento,
si el amor o un corazón hueco.
De un momento en la eternidad
cae un beso,
sin palabras ni gestos
y yo tan quieta me desvanezco.
Cada setenta días suspira la luna
y sangra el cielo.
No hay engaño que haga
sucumbir la noche,
despejan las nubes
y entonces,
te beso.
Todo parece estar igual,
como los días siguientes
en la cotidianidad del claroscuro,
sin embargo,
hay un brillo nuevo
en la última estrella del firmamento.
Cuatro jinetes escoltan mi sueño
enredando sus espadas en mi pelo
y otra vez duermo,
esperando se me conceda el milagro
de volver allí,
donde todo tiene un único comienzo.
Mariana R. Regueiro-Ariel
Allí estaré,
bajo la última ola
que cubre el cielo.
Sé que, aunque corriese
nunca podría detenerme el tiempo.
Mirando a otro lado
se haría el distraído,
dando de si,
para que mi sonrisa se recueste
en el mismo pecho
donde al unísono,
su trino se detiene.
Sin agujas, ni arena,
ni soles que lo contemplen,
reza en hebreo mi suerte
y se convence de que volar,
es mejor que llegar a su nombre.
Y aquí estoy sin tiempo ni huellas,
pero con tu espíritu,
bajo el ala de un cometa viejo
que juega con tu calor y el viento.
No sé quién fue primero,
si él o yo,
si la intención o el pensamiento,
si el amor o un corazón hueco.
De un momento en la eternidad
cae un beso,
sin palabras ni gestos
y yo tan quieta me desvanezco.
Cada setenta días suspira la luna
y sangra el cielo.
No hay engaño que haga
sucumbir la noche,
despejan las nubes
y entonces,
te beso.
Todo parece estar igual,
como los días siguientes
en la cotidianidad del claroscuro,
sin embargo,
hay un brillo nuevo
en la última estrella del firmamento.
Cuatro jinetes escoltan mi sueño
enredando sus espadas en mi pelo
y otra vez duermo,
esperando se me conceda el milagro
de volver allí,
donde todo tiene un único comienzo.
Mariana R. Regueiro-Ariel
Karla Benitez- Moderadora
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Fecha de inscripción : 22/03/2013
sabra- Admin
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