EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Capítulo XIV-Atlas-Mercurio-Lares-Penates

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Mensaje por Roque Dom Abr 14, 2024 6:23 am






Capítulo XIV-Atlas-Mercurio-Lares-Penates

PLEIONE, hija del Océano, casó con Atlas, hijo de Urano, que fué
Rey de Mauritania y gran astrónomo. Inventó la esfera, por lo cual
se le representa llevando el globo sobre sus hombros y agobiado
bajo su peso. Otros dicen que fué un castigo que le impuso Júpiter
por haber ayudado á los Titanes en la guerra que contra él
emprendieron. Ello es que lo que ha dado pábulo á esta ficción es
un alto monte del mismo nombre, sobre el cual según creían los
griegos, descansaba el firmamento.
Tuvo este matrimonio siete hijas, que se llamaron Pléyadas; y son
las estrellas que forman la constelacion de ese nombre, ménos una
de ellas, que fué Electra, que se ausentó por no ver la destruccion
de Troya, que habia fundado su hijo Dárdano. Desde aquella época
nunca volvió á aparecer entre sus hermanas sino como un pasajero
cometa.
Una de estas Pléyadas, llamada Maïa, fué una de las infinitas
sultanas del serrallo que para Júpiter pobló la imaginacion de los
griegos con tal de dar encumbrado origen á sus deidades. Hijo de
Júpiter, pues, y de Maia, fué Mercurio. Llamóse tambien Hermes,
que quiere decir «mensajero», porque su augusto padre le hizo
mensajero de los dioses, y al intento le puso alas en los pies y en su
tocado, que es una especie de gorro con el que se le ve siempre
pintado. Le hizo además Dios de la Elocuencia, del Comercio y de
los ladrones.
Regaló Apolo á Mercurio una varita formada de un rayo de sol. Un
dia encontró este último á dos serpientes peleando, y las separó con
dicha varita, alrededor de la cual ellas se enroscaron. Éste es el
Caduceo, que toma su nombre de la palabra latina «cadere, caer»,
porque tiene el poder de acabar con todas las disensiones. Los
poetas atribuyen un gran poder al caduceo; simboliza la paz, el
comercio, la seguridad, la fortuna y la felicidad; las serpientes
representan la prudencia; unas alas pequeñas que tiene arriba, la
agilidad, y la vara el poder; tres cosas que unidas facilitan el buen
éxito de las empresas. Siempre representan á Mercurio con el
caduceo en la mano.
Este Dios aparece muchas veces mezclado en los
acontecimientos de la fábula; pero su historia propia no tiene
muchos lances. —Siempre ocupado en los asuntos de su padre, á
esto debió su enlace con la bonita náyade Lara. fué el caso que
Júpiter, al que como sabeis se complacian los griegos en suponerle
siempre en aventuras amorosas, pretendió á Yuturna, hija de
Dáceno, que era muy hermosa. Yuturna, asustada de los requiebros
del empalagoso galán, huyó y se tiró al rio Tíber, suplicando á sus
Náyadas que la ocultasen, á lo que accedieron gustosas, y una de
ellas, llamada Lara, indignada, participó á Juno lo que pasaba, y
ésta convirtió á Yuturna en fuente. Pero Júpiter, irritado contra Lara,
la mandó cortar la lengua, y á Mercurio que la llevase al infierno.
Mercurio, conmovido de su desgracia y seducido por su belleza,
se enlazó con ella. Tuvieron por hijos á los dioses Lares.
Esta voz, que significa jefe ó conductor, se les dió por distintivo,
porque eran los buenos Génios de las casas y custodios de las
familias, como lo eran tambien los Penates.
Como tales dioses tutelares fueron primitivamente adorados los
antepasados de las familias; pero más adelante se les dio, como se
ha visto, su propio ser.
Eran los Lares unas estatuas pequeñitas, que se guardaban con
gran veneración en el lugar más solo y secreto de la casa,
denominadas «Lararia» y «Penetralia».
Estos pequeños dioses, Lares y Penates, es de lo más bonito que
contiene el cúmulo de invenciones sin alma y sin corazon que
constituyen la fábula. Lo doméstico, el interior de las familias, debe
ser, y es siempre, una fuente de buenos y tiernos sentimientos, de
santos é inmutables amores; el puerto después de todo viaje, el
descanso después de toda fatiga, el lugar de consuelo en toda
desgracia. ¿Cómo no lo había de amar el hombre, cuando el pájaro,
irracional y sin alma, sólo por instinto ama á su dulce nido?


 FERNAN CABALLERO

Roque
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