LOS SUEÑOS DE JUAN
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LOS SUEÑOS DE JUAN
por EURIDICE CANOVA Vie Dic 16, 2011 2:43 am
LOS SUEÑOS DE JUAN
Juan era un soñador, un escritor como quedado en el tiempo. Decía ser descendiente de Homero un famoso poeta griego de la antigüedad. En el barrio lo apodaban Homero Simpson y no precisamente por la similitud entre los personajes. El se enojaba alegando que no respetaban su prosapia.
Su familia era gente trabajadora de clase media baja. No negaban su estirpe, pero alegaban que no tenían tiempo para los recuerdos históricos cuando el dinero escaseaba y no alcanzaba para llegar a fin de mes.
Pero Juan aun despierto siempre soñaba. Soltero por convicción soñaba con Sofía, su amiga de la infancia.
La mujer, morena de ojos color café y de mal carácter, lo dejo atrapado en el tiempo.
El no se atrevía a confesarle su amor, temía que Sofía le quite su amistad.
Para Juan callar era un sacrilegio. Obligado a menospreciar tal belleza escudándose en el silencio lo ponían de mal humor. En broma se le escapaba algún exabrupto cuando estaba a solas con Sofía. Ella sonreía y le cambiaba de tema. El se disculpaba y terminaba hablando de su antepasado el tal Homero, hasta que Sofía le decía- Me voy a dormir Juan, mañana me levanto a las cinco, es muy tarde ya. Le daba un beso en la frente y se marchaba dejando contento a Juan.
Ella siempre tenía la mirada triste y melancólica. Lo seducía con su suavidad al hablar, cuando no estaba enojada, pero lo mantenía a distancia cuando él le susurraba palabras inapropiadas al oído.
En las noches Juan pasaba con cualquier pretexto por la puerta de la casa de Sofía y aprovechaba la ocasión para espiarla por la ventana, mientras ella pensativa balanceaba su copa de vino y lo bebía lentamente como un ritual saboreándose los labios.
Una noche Juan cambio su rutina. Le llevo flores con el vino que a ella le gustaba. Estaba decidido a pedirle que sea su novia. Al llegar a la casa se arrepintió. Pero no resistió la tentación de espiar a Sofía que se estaba peinando frente al espejo, vestida con un sensual catsuit que le marcaban las líneas del cuerpo.
Ella lo descubrió y el no espero la reprimenda, salio corriendo muerto de vergüenza sintiéndose un pervertido. Llego a su casa, tomo la botella de whisky y se tiró en la cama a beber pensando que excusa inventaría para justificar su comportamiento. Esa noche se embriagó y se quedó dormido.
Sus sueños lo remontaron a la acrópolis de Atenas. El sol acariciaba con sus tímidos rayos las manos de Juan que apretaban fuerte una lira sobre su pecho.
El amanecer rojizo se proyectaba en el mar Egeo y anunciaba bienaventuranza para todos los forasteros que visitaban la lejana Grecia, cuna y panacea de los dioses.
Un grupo de doncellas miraban con curiosidad al trovador que estaba profundamente dormido en las puertas del templo de la diosa Atenea o más conocido como el Partenón.
El murmullo de las muchachas lo despertó y bostezando comenzó a cantar sus tan conocidas rapsodias sobre la guerra de Troya.
Las jóvenes comenzaron a reír mientras Juan desafinando cantaba con fuerza tratando de tapar con su canto las risas de las muchachas.
Un grupo de soldados de la guardia de infantería se dirigía hacia Juan con cara de pocos amigos.
-Eh tu trovador- vocifero a viva voz un soldado- eres tú el poeta Homero.
-No señor, Homero era un tatarabuelo mío- Dijo Juan tímidamente.
-Gran mentiroso e impostor, ven con nosotros que el rey quiere que le cantes las últimas noticias sobre Aquiles.
-Pero señor…No puedo...
-¿Osas desafiar la autoridad del rey?
-Pero yo no soy…
-¡Soldados arresten al impostor! y quítenle esa sucia lira.
-Pero señor -replicó Juan- yo solo espiaba por la ventana y me desperté….
-¿Espiaba a la hija del rey?¡Soldados! Lleven al trovador al tribunal supremo para que sea hoy juzgado. Yo iré en busca de Virgilio que espero que no este recitando sus tontas Eneidas.
Juan fue conducido al tribunal superior de faltas graves contra el rey.
Un magistrado, amigo del rey, tenia prisa de condenar a todos los reos ya que tenia entradas esa noche para ir a los primeros juegos olímpicos que se hacían en honor de la diosa Palas Atenea.
Las señales de humo indicaban que la esposa del magistrado estaba cerca y él quería terminar su trabajo a la brevedad para disfrutar de los juegos junto a ella.
Un fiscal gritaba a viva voz- Caso 3456, el trovador Homero espío por la ventana a la hija del rey. Se negó a recitar los cantos sobre las hazañas de Aquiles ante el rey y esta en rebeldía.
El magistrado sin mirar a Juan y mirando las señales de humo que hacia su esposa declaro-¡culpable!
Caso 4338 volvió a vociferar el fiscal.
Juan no podía creer lo que le estaba pasando y gritaba con todas sus fuerzas –Soy inocente, soy inocente, déjenme solo, quiero estar tranquilo repetía sin cesar una y otra vez.
El timbre de la casa de Juan sonaba con fuerza. Era Sofía vestida como para ir a una fiesta con dos copas, una botella de buen vino y un ramo de flores.
Pensó que Juan estaría en el desván y desde allí no escucharía el timbre entonces con insistencia comenzó a golpear la puerta.
Como Juan no respondía apoyo su oído en la puerta y escucho a Juan gritar – Soy inocente, soy inocente, déjenme solo, quiero estar tranquilo repetía una y otra vez.
Sofía le gritaba desde afuera – Juan olvida lo que paso. Fue una tontería, yo sabía que me espiabas. Abre la puerta.
Pero Juan seguía repitiendo- Soy inocente, soy inocente, déjenme solo, quiero estar tranquilo repetía una y otra vez.
Ella no insistió. Escucho todo lo que tenia que escuchar. Y con tristeza dejo en la puerta las flores, el vino y las copas. Esa noche sin decir nada se marcharía de la ciudad por un largo tiempo. (Continuara)
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