EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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De Profundis- Prisión de S.M- de Oscar Wilde I

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Mensaje por Ruben Lun Abr 13, 2015 1:26 pm

De Profundis- Prisión de S.M- de Oscar Wilde I


Prisión de S.M.,
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Querido Bosie,


Tras una espera larga e infructuosa he decidido ser yo quien te escriba, tanto por ti como por mí mismo, ya que me disgustaría pensar que he tenido que soportar dos penosos años de prisión sin haber recibido ni una sola línea tuya, ni noticias, ni siquiera un mensaje, como no sean los que tanto me apenaron.

Nuestra amistad, tan infortunada y lamentable, ha acabado para mí en la ruina y la infamia pública; pero a pesar de todo no me abandona el frecuente recuerdo de nuestro viejo afecto, y además el pensamiento de que el odio, la amargura y el desprecio tengan que ocupar para siempre el lugar que una vez ocupó el amor me resulta demasiado triste. Tú también sentirás, supongo, en tu corazón, que escribirme ahora que debo permanecer en la soledad de la vida de prisión es mejor que publicar mis cartas sin obtener antes permiso o dedicarme poemas no solicitados, aunque el mundo desconozca cuáles son las palabras de dolor o de pasión, de remordimiento o indiferencia que elijas para responderme o para llamar mi atención.

No me cabe la menor duda de que la carta que he de escribir sobre tu vida y la mía, sobre el pasado y el futuro, cosas dulces que se han convertido en amargura y cosas amargas que quizá puedan llegar a trocarse en alegría, contendrá frases que herirán tu vanidad hasta lo más profundo. Si resulta ser así, lee la carta una vez y otra hasta que destruya tu vanidad por completo. Si encuentras en ella algo que haga que te sientas acusado injustamente, recuerda que siempre debemos mostrarnos agradecidos de que exista una falta cuya acusación recaiga sobre nosotros sin que la hayamos cometido. Si hay en ella un sólo párrafo que haga asomar las lágrimas a tus ojos, llora como lloramos los que estamos en la cárcel, donde el día, al igual que la noche, están reservados en exclusiva para ese menester. Es lo único que puede salvarte. Si vas a reunirte con tu madre para lamentarte con ella, como hiciste respecto a mis manifestaciones de desprecio hacia ti en una de mis cartas a Robbie, para que ella te halague, te calme y te devuelva a tu nube habitual de satisfacción de ti mismo y engreimiento, estás perdido. Si encuentras una justificación falsa que te ayude en este momento, pronto encontrarás, pronto encontrarás cien más y volverás a ser el de antes. ¿Sigues diciendo, como le dijiste a Robbie en tu contestación, que yo «te atribuyo motivos indignos»? ¡Si tú no tenías motivos en la vida! No tenías más que apetitos. Un motivo es un propósito intelectual.

¿Que eras «muy joven» cuando empezó nuestra amistad? Tu defecto no era que supieras muy poco de la vida, sino que sabías mucho. El alba de la juventud, con su flor delicada, su luz clara y pura, su alegría inocente y expectante, tú la habías dejado muy atrás. Con pies muy raudos y corredores habías pasado del Romance al Realismo. La cloaca y las cosas que en ella viven habían empezado a fascinarte. Ése fue el origen del problema en el que buscaste mi ayuda, y yo, nada sabio según la sabiduría de este mundo, por compasión y simpatía te la di. Tienes que leer esta carta de principio a fin, aunque cada palabra sea para ti el fuego o el escalpelo del cirujano, que hace arder o sangrar la carne delicada. Recuerda que el necio a los ojos de los dioses y el necio a los ojos del hombre son muy distintos. Siendo enteramente ignorante de los modos del Arte en su revolución o los estados del pensamiento en su progreso, de la pompa del verso latino o la música más rica de las vocales griegas, de la escultura toscana o el canto isabelino, se puede estar lleno de la más dulce sabiduría. El verdadero necio, ése del que los dioses se ríen o al que arruinan, es el que no se conoce a sí mismo. Yo fui de ésos demasiado tiempo.
Ruben
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