REVELACIONES
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Es cierto que a veces somos como un viejo retrato en la pared del alma, que cayéndose a pedazos nos recuerda la mudanza de los sueños y las horas que fueron decapitadas de aquel tiempo tuyo (que jamás ha sido mío) y que lloraron madrugadas con los ojos tristes de un mirar cansado.
También es cierto que la noche avanza como un fantasma negro que vestido de luto se desnuda ante la luna y grita la agonía de la ausencia de tus labios, mientras besa suave los caminos de tu historia y los pasos que dejaste adheridos a tu sombra, como sauces viejos de ramas quebrantadas por el peso de un recuerdo que cuelga como estrellas rotas de tu rostro quieto y taciturno.
Ay cuanto duele contemplar una añoranza que agoniza en los portales de una vida enajenada (que presta en el olvido) se aferra a los silencios y muere lento como un sueño al despertar sin alma, entre las sábanas doradas de tardes de nostalgia y ocasos apagados como faroles olvidados en las plazas de aquel pueblo, donde amor nos conocimos y juramos adorarnos como niños, que no pierden la inocencia con un beso.
Más nosotros nos perdimos entre viejos juramentos, entre pastos y deshechos que anularon la razón del sentimiento y el valor de los cimientos que se forjan en el pecho y que ahora en el silencio, se escucha su lamento sin consuelo (y el nombre del olvido se repite tantas veces) que nos duelen ya los labios de tanto despedirnos de un pasado emancipado que siempre se revela al corazón!
Eileen Ovalle
Es cierto que a veces somos como un viejo retrato en la pared del alma, que cayéndose a pedazos nos recuerda la mudanza de los sueños y las horas que fueron decapitadas de aquel tiempo tuyo (que jamás ha sido mío) y que lloraron madrugadas con los ojos tristes de un mirar cansado.
También es cierto que la noche avanza como un fantasma negro que vestido de luto se desnuda ante la luna y grita la agonía de la ausencia de tus labios, mientras besa suave los caminos de tu historia y los pasos que dejaste adheridos a tu sombra, como sauces viejos de ramas quebrantadas por el peso de un recuerdo que cuelga como estrellas rotas de tu rostro quieto y taciturno.
Ay cuanto duele contemplar una añoranza que agoniza en los portales de una vida enajenada (que presta en el olvido) se aferra a los silencios y muere lento como un sueño al despertar sin alma, entre las sábanas doradas de tardes de nostalgia y ocasos apagados como faroles olvidados en las plazas de aquel pueblo, donde amor nos conocimos y juramos adorarnos como niños, que no pierden la inocencia con un beso.
Más nosotros nos perdimos entre viejos juramentos, entre pastos y deshechos que anularon la razón del sentimiento y el valor de los cimientos que se forjan en el pecho y que ahora en el silencio, se escucha su lamento sin consuelo (y el nombre del olvido se repite tantas veces) que nos duelen ya los labios de tanto despedirnos de un pasado emancipado que siempre se revela al corazón!
Eileen Ovalle
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