DESTIERRO
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Mil noches distintas abrieron sus bocas de abismos oscuros, ante el silencio inmaculado de mis ojos… y parpadeó una estrella que en fugaz huida se tiró al olvido, como un cometa que no vuelve tras un siglo de dolor y desatino…
Y bostezaron los vientos más salvajes, en las selvas de fuego calcino y cenizas esparcidas, sobre los frágiles recuerdos de tu mente…donde a solas grita demencialmente esta agonía, que no deja de llamarte en la soberbia de su ira…
Y en los surcos malheridos de un suspiro, asomó de golpe la memoria de tu paso, como un tímido recuerdo desahuciado, que trae colgado a su costado (como un bulto maltratado) una lápida de mármol en sus manos…
Y entre letras mal escritas y el recato del silencio (se leyó tu nombre como un canto hecho lamento), que gemía en las ciudades de mis ojos, de mis labios y mi rostro, y en el viejo cortinaje de mi pelo, como hilares enredados por las manos de los vientos, en los gélidos inviernos de mi llanto…
Y las horas palpitantes y apuradas se tiraron del tapanco, (donde cruje aquel reloj hecho pedazos) y se escuchan los minutos moribundos…que se cuelgan como duendes de los péndulos dorados…de efímeros silencios y huesos astillados, como sueños destrozados por la triste letanía de mi canto…
Y de pronto, despojada de mis sueños, que perecen en la sombra de tu olvido y se sienten carcomidos por los años de crueldad ante tus ojos, me encuentro desnuda (tirada ante la fría condición de tu soberbia) y siento como látigos de fuego (tu última caricia) en son de despedida ante el destierro!
Eileen Ovalle
Mil noches distintas abrieron sus bocas de abismos oscuros, ante el silencio inmaculado de mis ojos… y parpadeó una estrella que en fugaz huida se tiró al olvido, como un cometa que no vuelve tras un siglo de dolor y desatino…
Y bostezaron los vientos más salvajes, en las selvas de fuego calcino y cenizas esparcidas, sobre los frágiles recuerdos de tu mente…donde a solas grita demencialmente esta agonía, que no deja de llamarte en la soberbia de su ira…
Y en los surcos malheridos de un suspiro, asomó de golpe la memoria de tu paso, como un tímido recuerdo desahuciado, que trae colgado a su costado (como un bulto maltratado) una lápida de mármol en sus manos…
Y entre letras mal escritas y el recato del silencio (se leyó tu nombre como un canto hecho lamento), que gemía en las ciudades de mis ojos, de mis labios y mi rostro, y en el viejo cortinaje de mi pelo, como hilares enredados por las manos de los vientos, en los gélidos inviernos de mi llanto…
Y las horas palpitantes y apuradas se tiraron del tapanco, (donde cruje aquel reloj hecho pedazos) y se escuchan los minutos moribundos…que se cuelgan como duendes de los péndulos dorados…de efímeros silencios y huesos astillados, como sueños destrozados por la triste letanía de mi canto…
Y de pronto, despojada de mis sueños, que perecen en la sombra de tu olvido y se sienten carcomidos por los años de crueldad ante tus ojos, me encuentro desnuda (tirada ante la fría condición de tu soberbia) y siento como látigos de fuego (tu última caricia) en son de despedida ante el destierro!
Eileen Ovalle
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