EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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"EL MATORRAL AMBULANTE"

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Mensaje por jose francisco t.g. Sáb Nov 13, 2021 2:23 am


"EL MATORRAL AMBULANTE"

"EL MATORRAL AMBULANTE" Piraguas-1


La primera vez que vi al “matorral ambulante” fue un verano que se quedó ya  muy atrás. Era una noche de luna hermosa, casi llena pero más clara. Yo volvía de cortejar a mi novia. Habíamos bailado y reído mucho en la fiesta que hacen en la villa cercana a su aldea. Después la acompañé a su casa y hasta las doce de la noche estuvimos a lo que hacen los novios, contemplando la luna, sentados en el banco (que aun sigue) junto a la puerta de su casa... Y luego, cómo siempre! y que hice tantas veces. El retorno hacia la mía.

El retorno hacia mi casa?... Recorrer por cuarta vez en la jornada los dos kilómetros de camino, descendiendo hacia la villa a que pertenece la aldea de mi novia y ... Otros seis de carretera, caminando por la orilla. Era así en razón a que en aquella época; yo no tenía otra cosa que pocos años, muy fuertes piernas... y una novia.

Cuantas veces hice ese retorno?. Sumando ... tal vez hubiera dado la vuelta al mundo desconocido.

Tan hermosa la noche, y tan acompañado por los recuerdos del día, me apeteció cruzar por el bosque de la pequeña selva que cubre por allí unas colinas. Se ganaba casi un kilómetro de marcha, aunque es más lento el caminar y “sin los palos con bombilla”... que de trecho en trecho alumbran la carretera.

Los bosques a la noche tienen su misterio y aquella noche. Hasta Yo!... estaba tocado por el encanto y el  misterio...

Así entré, en medio de los árboles y las sombras y comencé a ascender como un sendero.
Este era... “Lo más despejado” de los matorrales bajos. Que a ambos lados!... A pesar del interés de alumbrar de la luna, su luz se desvanecía como niebla entre lo sombrío.

Cuando entras en un bosque en la noche, empieza a cambiarte el mundo y aparecen de pronto duendes, figuras y seres que no existen o te descalzan los pies. Un cordón de los zapatos, que tal vez, como siempre, ya venia suelto del camino (pues nuca me enseñaron a hacer un buen lazo) se enredó en una planta y tomé un momento para atármelo bien fuerte. Apoyé el pie en una piedra, la más clara y casi blanca que se veía... Y mientras ataba fuerte; muy fuerte también la luna, hizo como un guiño que todo removió con más luz. Aproveché para mirar cuanto ascenso me quedaba y fue cuando me pareció que aquel arbusto, unos pasos más arriba, tenia la forma de “alguien sentado a la izquierda del sendero y con una larga vara vertical entre las manos”.

Ante las sorpresas, tomamos actitudes desconocidas. Permanecí quieto con los dedos en los cordones de mis zapatos y las pupilas tensas, como un águila, concentradas con todo su poder en aquel matorral que parecía una figura sentada. La sorpresa se me transformó en temor y cuanto más lo observaba, más veía “una figura sentada”... Y además!. La luna, surcada por pequeñas nubes, abría y cerraba las luces de tal forma que mi vista empezaba a inventar hasta las ropas de aquel árbol.
Ante la opción de retornar por donde vine y que me persiguiera siempre el miedo.. O la otra, de armarme de valor (que nunca tuve) y romper el fantasma que me engañaba... Opté por tomar aquella piedra blanca y lanzarla a la espesura más próxima y cercana al arbusto. Y así hice, como cuando juegas a los bolos...
Mientras me incorporaba, lancé la piedra... Y mi vista; sin perder la del matorral; esperó a que mi oído escuchara el enorme estrépito que armó aquella piedra entre las hojas, ramajes y el blando suelo. “La figura sentada”, no fue alterada ni un ápice, por aquel estruendo que rompió la silenciosa paz del bosque. Volvió pues de nuevo a mí esa paz, y el valor, y los ojos y los besos de mi novia.
Seguí ascendiendo y me reí de mi risa y de mis temores mientras me acercaba... y ya tan claro que era un arbusto que ni lo miré de lado, pues mi vista oteaba siempre más arriba, como unos diez pasos por delante. Pero le arranqué una hoja al pasar, que pareciome al tacto, de castaño. Y miré la luna pensando que también mi novia la estaría mirando.

No había caminado mas de cuarenta pasos dejando allá aquel matorral, cuando sonó tras de mí el ruido seco de un objeto pesado que se cae al suelo. Como una piña o un fruto... Que aún no había frutos y en el bosque, ningún pino.
Me volví con presteza a buscar en el suelo el lugar del ruido. No me creáis si miento!. Que se me erizaron los pelos (Como cuando mi mujer se quita alguna prenda, de esas que ella dice malas, y se le sube la melena al igual que aquellas tiritas de papel, que atraíamos con los “BIC” de plástico en la escuela). Allí estaba la mismísima piedra que me había servido de apoyo para atar mi zapato!. Y no me preguntéis por el arbusto!. Sentí terror al ver que aquella figura estaba ahora en pie, y era bastante alta.... casi tan alta como su vara.

Y que hace uno ante tales situaciones?... Como os dije antes. Nunca se sabe!. Yo solamente grité hablando en alto y aparentando tranquilidad: -“Perdóneme lo de la piedra...  En la oscuridad, pensé que era usted un matorral!. Tenga usted buena noche, que yo voy retrasado y creame que me gustaría pedirle disculpas con más calma”.
Mis voces solamente sirvieron para inquietar a algunas lechuzas que aletearon de un árbol a otro... En tanto que aquel arbusto... Se desplazaba!.  Su movimiento era tan lento que podría engañar a cualquiera, en medio del bosque... Pero en aquella especie de senda, no engañaba a nadie... Estaba cruzando de un borde al otro!.
Giré “lentamente” una media vuelta. Camine seis pasos cortos, después cuatro algo mas largos... Otros seis rápidos!... Y ya no recuerdo en que secuencia fue creciendo mi velocidad y ganas de alcanzar de nuevo la carretera antes que el arbusto... Pero tomé aire, mucho aire, cuando me sentí seguro a la orilla derecha de la carretera que limita con zonas de pradería y la propia cinta de esa carretera me separaba ya de las boscosas colinas. Cuando alcancé el primer palo con bombilla, miré la hoja que llevaba en la mano y me horrorizó tanto verla llena de sangre que la arrojé con miedo al suelo... Después me calmé al ver que era mi sangre. Había apretado con tanta fuerza aquella hoja que su parte más leñosa se me había incrustado bajo la uña del pulgar.


El día siguiente amaneció precioso.
La ida se hace en un viejo tren de madera que además es barato, o te lleva alguien.
Cruzas la Villa y emprendes con gana el camino de su aldea.
Ella sabe la hora y yo también y a pesar de ello siempre estás esperando encontrarla más acá de donde la encuentras en el camino. Y brota siempre nuevo el abrazo y el beso.
Ahora ya los dos, bajamos hacia su Villa y le cuento mi historia de la noche.

Ella estalla a carcajadas y me dice:
- “Sería un matorral ambulante!”

Es el colmo!... Ni mi propia novia me cree!. Yo la tomo por el hombro, la aprieto hacia mí y le digo:
- Ven para acá!. Tu si que eres “un matorral  ambulante”.
Y le estampo otro beso en medio de la risa.



Jose francisco

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Mensaje por sabra Sáb Nov 20, 2021 1:12 pm

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