EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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CUENTO: UN ASILO EN NAVIDAD

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Mensaje por Ingrid Zetterberg Vie Dic 23, 2022 8:48 am

CUENTO: UN ASILO EN NAVIDAD Un%2Basilo%2Ben%2Bnavidad




CUENTO: UN ASILO EN NAVIDAD 0_7afca_c6b37fe9_XXXLn asilo en navidad






Empezaba el invierno en
la ciudad de 
Nueva York, y corría el mes de Diciembre,
habían arreglos navideños en las tiendas,
y pomposos adornos en las ventanas de 
las viviendas. La nieve iba cayendo en 
pequeños copos.




La señora Laura Márquez y su hija Daniela
habían emigrado hacia norteamérica mas
de diez años antes, y habían conseguido
la ansiada residencia después de largo 
tiempo de espera...en ese lapso la hija
se casó con un joven puertorriqueño
llamado Sebastián Vásquez...y muy pronto
se acomodaron en un apartamento con dos 
dormitorios; muy modesto por cierto...
Daniela se llevó a vivir con ella y su 
marido al único ser que la había acompañado
desde siempre: su madre.


Pasó el tiempo y Daniela quedó embarazada.
Y la señora Laura con esa dulce ilusión
que tienen las abuelas, comenzó a tejer
atractivos roponcitos de suave lana, eran
celestes y rosados. En las noches
tranquilas, junto al lamparín de la sala,
la futura abuela se esmeraba con cariño
en tejer diminutos zapatitos de colores
suaves. Su felicidad era el tejido. Hasta
que al fin nació su nietecita, y la 
algarabía y ternura invadió a aquella
pequeña familia.
La señora Laura compartía con su nieta
el único dormitorio que sobraba.
Transcurrieron dos años y medio, y esa
dulce criatura se había convertido en
la razón de vivir de doña Laura.
La llenaba de atenciones, le hacía galletas
horneadas, y siempre para el invierno 
le tejía pequeños guantes y gorros de 
colores vistosos.


Pero de pronto sucedió lo que era de 
esperarse. La joven esposa quedó 
embarazada otra vez;
y al nacer el segundo hijo del matrimonio,
Daniela tuvo gran preocupación, ya que
sabía que en el apartamento en que vivían,
el espacio ya quedaba más reducido.
Mas ellos no disponían de tanta solvencia
económica como para mudarse a un hogar 
más amplio.
Al principio se acomodaron con el bebé 
recién nacido en el dormitorio 
matrimonial, pero pasó el tiempo y ya 
en aquel cuarto no había lugar para una 
cuna. La alcoba de los esposos era muy
estrecha, y tuvieron que tomar una
triste decisión.


Sebastián, el esposo le dijo un día a
Daniela, "No podemos mudarnos, no puedo
pagar un alquiler más alto, es necesario
enviar a tu mamá a una casa de reposo
para pobres." Daniela quedó consternada,
pues sabía que esto podía matar de dolor
a su madre. Pero pocos días después 
decidió hablar con su progenitora. Le dijo
que ya el niño estaba creciendo y que ya 
no entraba en el pequeño moisés donde solía
dormir, que era menester comprar en 
cuotas una cuna grande y ésta solamente
cabía en el otro dormitorio, junto a la 
cama de la hija mayor, y que por tanto
doña Laura debía ser llevada a una casa
de reposo, pues ya no había lugar para
ella en ese apartamento.
La pobre abuela ocultó su rostro
desencajado entre sus manos, y lloró
amargamente. Luego de largo rato aceptó
la decisión de los jóvenes esposos.


Y una mañana lúgubre, la anciana hizo
su valija con sus pocas pertenencias;
algunos ovillos de lana y sus acostumbradas
agujas de tejer; y fue conducida a un 
modesto asilo para inmigrantes, 
subvencionado por el estado.
Allí quedó la pobre señora Laura, con su
corazón hecho trizas al verse separada
de sus seres queridos.


Su hija Daniela con su esposo y los niños
iban a visitarla puntualmente todos los 
fines de semana; los sábados y domingos
estaban allí junto a la abuelita.
En aquel lugar habían ancianos con diferentes
dolencias, algunos con alzheimer, otros 
eran ciegos; y los más desafortunados
estaban en silla de ruedas. Doña Laura
era de las pocas que aún tenían algo de
salud, aparte de una arritmia cardiaca
que la aquejaba hacía tiempo.


Ya habían pasado dos años largos y duros,
desde aquel día en que la abuelita fue
ingresada a aquel lugar. Sebastián, el 
marido de Daniela, le propuso un día a su
mujer, que hicieran un viaje con los niños
hacia Puerto Rico, a la ciudad de San Juan,
donde vivían sus padres y hermanos; porque
él anhelaba pasar siquiera alguna navidad
con los suyos, a los cuales no veía hace
años; además le habían avisado que su
señora mamá estaba gravemente enferma, y 
le urgía verla. Daniela aceptó 
resignadamente por considerar justa esta
petición; no obstante se le clavó una
angustia en el pecho, pensando en su
propia madre, ingresada en aquel asilo.


Sebastián estuvo ahorrando dinero durante
un año secretamente, para darle la sorpresa
del viaje a su esposa y los niños, que
a la sazón ya tenían 4 y 2 años 
respectivamente.
Había llegado Diciembre y el viento ya 
corría helado. El ambiente de la ciudad
de Nueva York, se había llenado de 
colorido, los grandes ventanales de las
tiendas lucían fastuosos árboles navideños,
y las luces parpadeaban en las ventanas
de los hogares.
El asilo donde vivía doña Laura, también
había sido adornado con luces de colores,
y en el patio principal había un gran
pino decorado por las enfermeras...todo
con la ilusión de alegrar un poco los
rostros decaídos de muchos ancianos.


La abuelita de nuestra historia, calculando
que ya se aproximaba la navidad, tres meses
antes había empezado a tejer graciosos
gorros y guantes de colores vivos para
sus amados nietos, y para su hija Daniela
había tejido con amor una bufanda roja, 
adornada de flecos.
Tenía cierta ilusión doña Laura, cuando
se acercaba la navidad. Su hija Daniela
no se había atrevido a confesarle que
en este año, no pasarían el 25 de Diciembre
junto a ella; ¿para qué hacerla pasar un
mal rato a su madre, antes de tiempo?
así que prefirió callar.
El día 22 viajó Sebastián con su esposa
e hijos hacia la ciudad de San Juan. 
En él ardía el deseo e volver a ver a sus
padres después de tantos años.


La señora Laura amaneció tranquila aquel
día 25 de Diciembre. Se veía la nieve
caer por las ventanas.
Ella se había vestido con su mejor bata, 
la estampada con flores lilas; la más nueva, aquella que su amada Daniela le había 
obsequiado hacía poco en su cumpleaños; 
quería sorprender a su hija, y que la viera con esa bata hermosa, de felpa, que había
reservado para estrenarla en esta fecha.


La mañana transcurrió en paz. Las buenas
enfermeras les llevaron galletas crocantes
a los ancianos, y vasos rebosantes de
chocolate caliente.
Llegaron luego a visitarlos varios jóvenes
disfrazados de payasos, haciendo sus
muecas y malabares; también actos de magia
para entretener a los enfermos, a los 
ancianos más tristes.


Y de pronto se instaló el atardecer con 
su frío que calaba hasta los huesos, y la
señora Laura empezó a inquietarse. Se dio
cuenta que las visitas iban llegando a 
muchos ancianos, pero como siempre también
habían algunos viejos olvidados; sin ningún
familiar que los consuele, sin nietos que
les endulcen la vida; y no sospechaba doña
Laura, que ella sería una de las más 
olvidadas aquella tarde. Cayó lento el 
crepúsculo...y alguien por allí encendió
una radio, y las notas de un nostálgico villancico llenaron la estancia.


La abuelita Laura rompió en llanto al notar
que ya las visitas se iban retirando. ¿Y su
hija, y sus amados nietos? no era posible...
¡Ya no llegaban! cuando salió la última
visita, las enfermeras cerraron el alto portón
de la casa de reposo. Se escuchó el chirrido
del cerrojo. Luego un gran silencio mezclado
con algunos gemidos de dolor que provenían de alguna cama; a veces alguna tos persistente
se oía a lo lejos. Luego nada. La pobre
abuelita contemplaba sus tesoros que guardaba
escondidos en su cesta de mimbre, los gorros
y guantes para sus niños, mientras sus
lágrimas resbalaban copiosamente.


A la mañana siguiente todo parecía igual;
los mismos ruidos...y las enfermeras 
descorrieron las cortinas de la gran habitación llena de camas tristes, cubiertas
por cuerpos flacos, mustios; ancianos con
suero en las venas, otros con sonda urinaria,
algunos se quejaban, otros pedían agua.
Solamente la abuelita Laura Márquez, había
amanecido quieta, extrañamente quieta.
Había gran palidez en su rostro rígido;
una enfermera se acercó a tomarle el pulso,
y el corazón de esa madre , ya no latía, 
ya no había vida en esa tierna abuela.


La noche anterior el dolor le rasgó el alma,
y la soledad la mató.


Por eso amigos, ustedes que me leen nunca
abandonen a sus padres en un oscuro asilo.
Vean por ellos hasta el último momento.
Vale la pena el sacrificio, porque una 
conciencia en paz, es el mejor regalo que
nos podemos hacer a nosotros mismos.


INGRID ZETTERBERG


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CUENTO: UN ASILO EN NAVIDAD Empty Re: CUENTO: UN ASILO EN NAVIDAD

Mensaje por sabra Vie Dic 23, 2022 2:06 pm

CUENTO: UN ASILO EN NAVIDAD 88600910
Me ha tocado el alma este cuento, lamentablemente es la realidad de muchos ancianos.
Conozco de cerca esta situación y es muy triste.
Feliz navidad querida Ingrid, que lo pases muy bien en compañía de tus seres queridos.
Gracias por este aporte increíble al foro.
Mi cariño y buenos deseos.

sabra

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Mensaje por Ingrid Zetterberg Sáb Dic 24, 2022 6:30 am

sabra escribió:
CUENTO: UN ASILO EN NAVIDAD 88600910
Me ha tocado el alma este cuento, lamentablemente es la realidad de muchos ancianos.
Conozco de cerca esta situación y es muy triste.
Feliz navidad querida Ingrid, que lo pases muy bien en compañía de tus seres queridos.
Gracias por este aporte increíble al foro.
Mi cariño y buenos deseos.

sabra

Gracias querida Sabra por asomarte a mis letras y dejarme tan bella y sensible respuesta. Si, los asilos son muy tristes. Te dejo mi abrazo y que tengas una feliz navidad.
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CUENTO: UN ASILO EN NAVIDAD Empty Re: CUENTO: UN ASILO EN NAVIDAD

Mensaje por MISTERIOSA Lun Ene 02, 2023 11:45 am

CUENTO: UN ASILO EN NAVIDAD Gracia10

Bello escrito, letras que llegan.
Saludos cordiales.
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