EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Detrás de la lluvia

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Mensaje por Hipólita Jue Feb 16, 2023 3:21 am

Detrás de la lluvia
I

Un gato gris hace malabarismos en la cornisa de la terraza y se detiene a lamerse la pata delantera, veo su figura recortada contra un cielo de nubes rosadas que anuncia buen tiempo, al menos eso decía mi abuela y nunca se equivocaba. Lástima, con lo que me gusta decirle a la gente “va a llover”, ver sus caras de decepción y amargarles el día, porque a casi nadie le gusta la lluvia en invierno, a mi tampoco pero ante la perspectiva de un día lluvioso, al menos disfruto dando malas noticias, de alguna manera me compensa.
Hay luz en la casa de la vecina y son apenas las seis. El gallo canta por primera vez, empieza a amanecer. Se me antoja cebarme unos mates pero no quiero abandonar la ventana. Ahí está, su sombra atraviesa el ventanal, camina de un lado al otro hasta que se detiene y me mira, no, voltea la cabeza en mi dirección como si me viera, casi me sorprende, tengo que tener la luz apagada, si seré tonta, no quiero que me descubra.
II
Tengo hambre o al menos ese hueco en el estómago que pide ser llenado. Seguramente encontraré algo en la heladera, huevos, jugo de naranja, pero no exprimido, claro, esos sobrecitos que se diluyen con agua y no saben a nada, pollo, restos de la cena y una caja de leche seguramente agria. Sí, huele a rancio. Un frasco de mermelada de fresas me seduce, voy a meter el dedo y hundirlo en esa superficie gelatinosa con pequeños trozos de fruta, como cuando era chica. Desde esa época conservo la costumbre de invadir la heladera en la madrugada. La heladera de mamá estaba repleta de frutas, verduras, jugos de verdad. Extraño esa opulencia. Debería ir al supermercado más seguido.
¿Qué se puede hacer cuando apenas empieza el día más que mirar por el ventanal y saborear un dulce de fresas lamiéndonos el dedo?
Veo al gato paseándose por el borde de la terraza, estoy segura que maulló porque me desperté sobresaltada. Arquea el lomo y adelanta las patas en ese gesto característico, desperezándose con la cola elevada apuntando al cielo. Ya amanece y dudo que vuelva a dormir. Cómo me gustaría atraparte gato, acariciarte el lomo y esa piel suave sobre mi piel, dicen que es lo más parecido a acariciar a un tigre.
La luz de la vecina por fin se apagó. Siempre me espía. Al principio me molestaba , ahora ya forma parte de mi rutina. Ser mirada por los ojos curiosos de esa mujer que seguramente, tan sola como yo, necesita confirmar que está viva persiguiendo otras vidas, otros gestos. A mí, sin embargo me bastan los movimientos sinuosos de un gato, el deseo de sentir su suavidad, el brillo de sus ojos. Voy a desperezarme, estirar el tronco, apoyar las manos en el suelo y dejar que mi columna se estire, luego despacio levantar vértebra por vértebra y girar la cabeza lentamente en un círculo completo dejando caer la barbilla sobre el pecho, sí, es relajante, casi felino. Esa mujer ¿me estará observando?
III
Parece que se está relajando, debe estar sin dormir desde hace tiempo, deprimida, seguramente con una ansiedad incontrolable, algunas veces se queda leyendo o abre la heladera y mira sin saber qué va a buscar, apuesto a que la tiene vacía. No creo que sea una buena ama de casa. Sólo la vi cocinar en raras ocasiones, cuando venia ese hombre a visitarla, ése que ya no viene. Ella no es la misma desde entonces. Sé que es profesora y no tenía muchas visitas, salvo ese hombre. Cuando venía era una fiesta, velas encendidas, sahumerios, flores en el jarrón sobre la mesa, ahora se han marchitado, las veo desde aquí y todavía no las tiró, seguramente se las regaló él. Pobre mujer. Si la observo no es por simple curiosidad, no, es que me preocupa, temo que vaya a cometer alguna tontería. Imagino su cuerpo balanceándose de la viga del techo, y yo sin poder hacer nada más que mirarla en ese vaivén, la silla caída sobre el piso, por eso tengo el teléfono a mano y los números necesarios, emergencias, policía, bomberos, porque son los bomberos los que descuelgan los cuerpos, ¿no? ¿O sólo se ocupan de rescatar gatos atrapados en los árboles o retirar perros atropellados y cosas así? Tendré que averiguarlo pronto, nunca se sabe. Si tuviera su teléfono la llamaría. Al menos para preguntarle cómo está, pero sonaría raro, porque apenas intercambiamos un par de saludos al cruzarnos por la calle, no nos han presentado, ni sabemos nuestros nombres, alguna vez nos vimos fugazmente por la ventana. Nunca en el supermercado. Ella es para mi “la profesora del cuarto piso”. Si viviéramos en un barrio, como en el que yo vivía antes, seguro que sabríamos nuestros nombres y hubiéramos intercambiado palabras pero en esta ciudad somos todos anónimos, seres solitarios, figuras que se espían de ventana a ventana, luces que se encienden y apagan. Desde que vivo en este minúsculo departamento sólo tengo esta ventana que me conecta con el mundo, sí, prefiero observar que mirar televisión, la realidad supera la ficción, dicen y entonces me entretengo de esta manera ¿qué tiene de malo? hasta puedo ser útil, salvar una vida, por ejemplo, la de esta mujer, yo no tengo la culpa que no use cortinas, que se exhiba frente a ese gran ventanal, ¿no?

IV

Un ritmo lento de música melosa comienza a sonar en mi cabeza y me bajo el pantalón, ahora la blusa, la desabrocho botón por botón y siento el impulso de girar levemente mis caderas como si fuera un gran cucharón revolviendo un caldero, me siento un tanto extraña, voluptuosa, desabrocho mi corpiño, un bretel, el otro y tomándolo con la punta de los dedos lo hago girar en el aire sobre mi cabeza y lo impulso hacia atrás. Deslizo la bombacha a lo largo de mis piernas y allí se queda junto al pantalón. Ahora estoy desnuda, ahora puede mirarme a su antojo, señora, este espectáculo es gratis, sólo para usted. Levanto los brazos y estiro la columna, sobre el reflejo del vidrio veo mi cuerpo, mi cintura destacándose contra la redondez de las caderas. Y me siento plena, el deseo es un animal salvaje que me habita y sube desde la punta de los pies hasta mi cabeza y agita mi respiración. Me acaricio los pechos y ya no pienso en usted, ni en nadie, sólo soy yo, frente al ventanal que me refleja y un sol que se va asomando en el horizonte, entre tintes rosados. Mi mano derecha desciende hasta mi pubis.

V

Esa descarada, no tiene derecho a dar ese espectáculo ante mis ojos, no puedo entenderlo, parecía tan seria, tan ensimismada siempre en sus libros, sus papeles, incluso sus plantas en el jardín de la terraza, envidiable, eso para mí era un índice de respetabilidad, buenas costumbres, sanas ocupaciones, la veo regarlo todas las tardes cuando viene de la escuela, como siempre digo, de qué sirve la educación si luego cometen estos actos deshonrosos ¿Y ella es profesora? No es más que una loca. Y no tiene derecho, estoy segura que sabía que la estaba observando y por eso me parece escandalosa su actitud. Desde que dejó de venir ese hombre los fines de semana, se la veía triste, paseándose como perdida por la casa y ahora esto ¿ por qué a mí? A mí, que jamás en la vida me he masturbado, ni siquiera acariciado mis partes íntimas, evitando las tentaciones de la carne, propia y ajena, no hay derecho, y ahora, ¿qué hago? ¿cómo puedo siquiera darle los buenos días después de esto? ¿Mirarla a los ojos? Ni siquiera este pasatiempo tonto de observarla a escondidas, me estará permitido.
Me meto en su vida, es verdad, me preocupo por ella como si fuera mi amiga, mi hermana, me obsesiono por su bienestar, porque la he visto feliz y ahora está derrotada. Nadie podría culparme, incluso si ella supiera mis intenciones, debería agradecerme, saludarme con mayor atención cuando nos cruzamos, dirigirme una mirada amistosa. Pero no, la gente no agradece, lo supe hace tiempo, y ella me lo confirma dedicándome ahora este acto obsceno, gratuito, y encima no puedo contárselo a nadie sin ponerme en evidencia, todos pensarán”¿por qué se quedó mirando hasta el final, señora?” Y yo, ¿qué digo? Ni siquiera lo sé. Debo confesar además, que por un momento, me sentí más viva ante ese cuerpo que se ofrece desnudo y de alguna forma también me desnuda ¿Qué digo? yo también estoy enloqueciendo. En el fondo no puedo negarme a mi misma que disfruto y eso me espanta.
VI
Y me acaricio en círculos lentos, demorados, hasta que comienzo a vibrar y mis dedos se aceleran, sé que estoy moviéndome a otro ritmo, que gimo y poco a poco un grito subirá a mi garganta, un grito que no puedo ni quiero contener, que estalla y me fragmenta, me deja de rodillas sobre el piso y me quiebra como si no tuviera voluntad y sólo obedeciera a esa necesidad de derramarme, perderme de mí, entonces se libera la angustia, el nudo se desata y lloro. Lloro como nunca antes, me cubro la cara y ya no puedo contener este dolor, debo parirlo, expulsarlo en un acto de soledad infinita, sin nombre que susurrar, sin ojos donde mirarse, sin otra piel, sin después.
No puedo creer que haya hecho esto. Exponerme a su mirada. Llorar desesperadamente. Como si entre ella y yo existiera un pacto secreto. Puse en escena mi desesperación como una actriz barata. Alguien me dijo una vez, lo recuerdo muy bien, que debemos estar agradecidos si alguien nos mira. Y es verdad. Esta mañana cuando me despertó el maullido, mi mente llena de pensamientos sombríos quiso tocar fondo y luego me asaltó este deseo de escandalizar como en un juego, eso me salvó. No debo arrepentirme. Creo que no sólo fue el deseo, ni siquiera el llanto, sino la certeza de que ella me miraba, que no era invisible para el mundo. Así me sentía. Invisible. Y esta mujer entrometida hizo que yo me volviera a encontrar, yo, que estaba perdida, pude sumergirme en mi misma, llegar hasta el final, destrabar la angustia y hacerla grito. Vaciarme.
VII
Y sin embargo, a pesar de todo me da pena, la veo llorar de rodillas, veo su cuerpo sacudirse por el llanto y sé lo que es llorar así, sin barreras, tratando de quitarnos todo el dolor de un golpe, sé lo que es estar sola y que nadie nos abrace y contenga. Lo supe cuando murió mi madre después de aquella larga enfermedad. Yo la cuidaba. Luego me quedó este vacío, la venta de la casa, la mudanza a este pequeño espacio que ahora habito. Ella por lo menos hasta hace poco tenía un hombre. Y parecían felices. Espié sus abrazos, hasta creí sentir el tintineo de las copas al chocar e imaginé ser yo esa mujer, la que brindaba, la que entraba al cuarto y cerraba la puerta, imaginé tantas cosas detrás de esa puerta, sí, no soy tan fría, aunque nunca me hayan amado de ese modo, una puede soñar, ¿no? Y pensar que yo envidiaba su vida, todos esos libros, su jardín, su hombre y sobre todo su detrás de la puerta.
Ahora desearía que lloviera, que lloviera hasta nunca acabar y una pesada cortina de agua cubriera el paisaje, me cegara, no me tuviera aquí inmóvil viendo a esta mujer desnuda y desesperada que ahora se levanta, recoge sus prendas del piso, me mira tristemente y agita su mano despidiéndose, como pidiéndome perdón. Entonces, antes de que gire y me dé la espalda enciendo la luz. Ella me ve y se queda sorprendida. Y yo tengo que regalarle este pequeño gesto solidario. Nos miramos largamente, como si un puente se hubiera tendido entre nosotras y apoyo mi mano contra el vidrio, quiero decirle aquí estoy, podés contar conmigo. Nos sonreímos y entonces viene la lluvia, una lluvia reparadora que irrumpe la mañana y se hace cada vez más espesa hasta que somos sólo dos sombras.

Adriana Agrelo
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Mensaje por Pablo Martin Lun Feb 27, 2023 2:19 pm

No soy experto en este género sensual o erótico . Los moderadores están de vacaciones y la administración me puso de suplente. Leo todo y después comento. Grandes versos, saludos y a todos los que pusieron postearon les agradezco sus aportes.
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