EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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LAS YEGUAS DE DIOMEDES

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LAS YEGUAS DE DIOMEDES Empty LAS YEGUAS DE DIOMEDES

Mensaje por Roque Sáb Feb 18, 2023 5:09 am

Eran cuatro, eran hermosas, eran antropófagas. Se habían acostumbrado desde pequeñas a comer carne humana. Diomedes, el rey de Tracia, las alimentaba con los extranjeros que llegaban a sus tierras, a los que empezaba por alojar con mucha cortesía en su palacio.

 Esta vez no se trataba solo de animales odiados y temidos: había un ejército de hombres que protegían a las yeguas. Diomedes las amaba, las llamaba por sus nombres y disfrutaba de verlas devorar a sus huéspedes. No dejaría que se las quitaran fácilmente. Por eso Euristeo le permitió a Heracles que llevara un grupo de guerreros para ayudarlo. 

Una noche sin luna, Heracles y sus hombres, acercándose a los establos casi sin hacer ruido, lograron reducir a los cuidadores de las yeguas, que estaban encadenadas a un pesebre de bronce. Abriendo los candados, se llevaron a los animales. En cuanto Diomedes lo supo, envió a su ejército con la orden de encontrar a los griegos y traer de vuelta a sus amadas yeguas. 

La batalla fue tremenda, pero nadie podía contra la fuerza del héroe y el coraje de sus guerreros. Mientras luchaban, un amigo de Heracles, el hombre en el que más confiaba, quedó al cuidado de los monstruosos animales. Diomedes cayó herido y su ejército se rindió. Entonces Heracles fue a buscar a las yeguas. Al abrir las puertas del establo, descubrió con horror que habían devorado a su amigo. 

Enfurecido, arrojó a Diomedes a sus propios monstruos. Las yeguas devoraron la carne de Diomedes y por primera vez parecieron extrañamente saciadas. Desde que se comieron a su propio dueño, su hambre de carne humana desapareció, se amansaron. Como yeguas comunes y dóciles se dejaron conducir hasta Micenas.

Allí Euristeo le dio a Heracles orden de soltarlas. Las yeguas escaparon y se ocultaron en el bosque del monte Olimpo, donde fueron devoradas por las fieras. El siguiente trabajo no consistió en enfrentarse con monstruos. O tal vez sí. Ahora Heracles tendría que vérselas con las mujeres más peligrosas de la historia: las temibles amazonas. 


Ana María Shua.
Libro Dioses y Héroes de la Mitología Griega.
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