EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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ANACONDA III DE HORACIO QUIROGA

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Mensaje por Galius Jue Mar 09, 2023 8:30 pm

III

 Cruzada halló a la Ñacaniná cuando ésta trepaba a un árbol. -¡Eh, Ñacaniná! -llamó con un leve silbido. La Ñacaniná oyó su nombre; pero se abstuvo prudentemente de contestar hasta nueva llamada. -¡Ñacaniná! -repitió Cruzada, levantando medio tono su silbido. -¿Quién me llama? -respondió la culebra. -¡Soy yo, Cruzada!... -¡Ah, la prima!.... ¿qué quieres, prima adorada? -No se trata de bromas, Ñacaniná... ¿Sabes lo que pasa en la Casa? -Sí, que ha llegado el Hombre... ¿qué más? -Y, ¿sabes que estamos en Congreso? -¡Ah, no; esto no lo sabía! -repuso la Ñacaniná deslizándose cabeza abajo contra el árbol, con tanta seguridad como si marchara sobre un plano horizontal-. Algo grave debe pasar para eso... ¿Qué ocurre? -Por el momento, nada; pero nos hemos reunido en Congreso precisamente para evitar que nos ocurra algo. En dos palabras: se sabe que hay varios hombres en la Casa, y que se van a quedar definitivamente. Es la Muerte para nosotras. -Yo creía que ustedes eran la Muerte por sí mismas... ¡No se cansan de repetirlo! -murmuró irónicamente la culebra. -¡Dejemos esto! Necesitamos de tu ayuda, Ñacaniná. -¿Para qué? ¡Yo no tengo nada que ver aquí! -¿Quién sabe? Para desgracia tuya, te pareces bastante a nosotras; las Venenosas. Defendiendo nuestros intereses, defiendes los tuyos. -¡Comprendo! -repuso la Ñacanina después de un momento en el que valoró la suma de contingencias desfavorables para ella por aquella semejanza
-Bueno; ¿contamos contigo? -¿Qué debo hacer? -Muy poco. Ir en seguida a la Casa, y arreglarte allí de modo que veas y oigas lo que pasa. -¡No es mucho, no! -repuso negligentemente Ñacaniná, restregando la cabeza contra el tronco-. Pero es el caso agregó que allá arriba tengo la cena segura... Una pava del monte a la que desde anteayer se le ha puesto en el copete anidar allí. -Tal vez allá encuentres algo que comer -la consoló suavemente Cruzada. Su prima la miró de reojo. -Bueno en marcha -reanudó la yarará-. Pasemos primero por el Congreso. -¡Ah, no! -protestó la Ñacaniná-. ¡Eso no! ¡Les hago a ustedes el favor, y en paz! Iré al Congreso cuando vuelva.... si vuelvo. Pero ver antes de tiempo la cáscara rugosa de Terrífica, los ojos de ratón de Lanceolada y la cara estúpida de Coralina. ¡Eso, no! -No está Coralina. -¡No importa! Con el resto tengo bastante. -¡Bueno, bueno! -repuso Cruzada, que no quería hacer hincapié-. Pero si no disminuyes un poco la marcha, no te sigo. En efecto, aun a todo correr, la yarará no podía acompañar el deslizar veloz de la Ñacaniná. -Quédate, ya estás cerca de las otras -contestó la culebra. Y se lanzó a toda velocidad, dejando en un segundo atrás a su prima Venenosa. 


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