Remembranza
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Remembranza
Desde las mesetas solitarias me recreo sin mis flores inocentes..., fuente interminables de juventud pudiente.
No olvido mis intrépidas carreras - salvaje potro de muchas primaveras - donde se sembraron para siempre las ilusiones, las frescas quimeras de los años impetuosos.
Nubes, cielos estrellados, noches que galopando iban marcando caminos inderogables; conquistas de horizontes, con uno que otro nubarrón, al que le hice frente como un varón.
Esa vida se ha quedado en el pretérito inmediato, pero ha dejado ya su huella…, el marcaje de las primeras rosas, imantadas por el florido tulipán que les amaba.
Al mirar introspectivamente mis andares, los latidos inclementes de los corazones que se amaban, me permiten escuchar voces que cantaban con el lirismo prodigioso de las cortesanas.
Fueron tardes y noches que al desnudo se hicieron cumbres borrascosas en los nidos, aquellos que visitaba a menudo dejando detrás la amante estela.
Estos recuerdos vuelven a tierra firme después de un naufragio inesperado, solventado con las aguas impacientes de mis mares del sur, que a mi nao emergieron hasta la fértil tierra de la amante que creció intemporalmente, vanidosa e indomable.
Llego hasta ti…, así lo quiere el destino que como diente de oro destella el aún que era posible. Se hace de nuevo el tulipán primavera en las rosas.
Y allí te veo solitaria, escudada bajo la sombra de los sauces otoñales, con un cielo que invita al sueño dulce de los besos no agotables; bajo el imponente Ra que crecido brilla sobre tu polen, proponiendo vida en tus áureos pétalos juveniles.
Sí, regreso a ti y tú a mí para escribir y amar lo nacido, topados en medio del camino, enamorados y bastoneando como quien ama silente la hierba fresca y húmeda del prado que andante nos tibia la sangre, nos alivia el destino y nos esculpe en el alma un amor complacido.
Theo Corona
No olvido mis intrépidas carreras - salvaje potro de muchas primaveras - donde se sembraron para siempre las ilusiones, las frescas quimeras de los años impetuosos.
Nubes, cielos estrellados, noches que galopando iban marcando caminos inderogables; conquistas de horizontes, con uno que otro nubarrón, al que le hice frente como un varón.
Esa vida se ha quedado en el pretérito inmediato, pero ha dejado ya su huella…, el marcaje de las primeras rosas, imantadas por el florido tulipán que les amaba.
Al mirar introspectivamente mis andares, los latidos inclementes de los corazones que se amaban, me permiten escuchar voces que cantaban con el lirismo prodigioso de las cortesanas.
Fueron tardes y noches que al desnudo se hicieron cumbres borrascosas en los nidos, aquellos que visitaba a menudo dejando detrás la amante estela.
Estos recuerdos vuelven a tierra firme después de un naufragio inesperado, solventado con las aguas impacientes de mis mares del sur, que a mi nao emergieron hasta la fértil tierra de la amante que creció intemporalmente, vanidosa e indomable.
Llego hasta ti…, así lo quiere el destino que como diente de oro destella el aún que era posible. Se hace de nuevo el tulipán primavera en las rosas.
Y allí te veo solitaria, escudada bajo la sombra de los sauces otoñales, con un cielo que invita al sueño dulce de los besos no agotables; bajo el imponente Ra que crecido brilla sobre tu polen, proponiendo vida en tus áureos pétalos juveniles.
Sí, regreso a ti y tú a mí para escribir y amar lo nacido, topados en medio del camino, enamorados y bastoneando como quien ama silente la hierba fresca y húmeda del prado que andante nos tibia la sangre, nos alivia el destino y nos esculpe en el alma un amor complacido.
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