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Crisis Moral

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Mensaje por HORIZONTES Lun Sep 25, 2023 7:07 pm

Crisis Moral

Una visión de la vida desde el punto de vista Cristiano

Quizás una de la palabras que ha sido más consideradas en los últimos cien años haya sido el vocablo “crisis”, pero ella, a diferencia que podamos entenderla como negativa, es controvertidamente el detonador para que el hombre haya adelantado a pasos agigantados en las ciencias, tanto económicas, políticas, sociales y, en múltiples aspectos de la vida del hombre en sociedad.

Opina Aurelio Fernández, sacerdote católico autor del libro Moral Fundamental: “...que la moral fundamental es una ciencia filosófico-teológica y que la moral, en los últimos años, ha sufrido una grave crisis, por lo que era imperativo conocer el origen de la misma”
En verdad que los orígenes de la crisis moral –sin restarle importancia a su fuente- me preocupa menos que las consecuencias derivadas de la misma. Y es que apuntaba al principio de este articulo, que las crisis si son vistas en sentido negativo pasarán sin que le hayamos extraído ningún beneficio, por lo contrario distorsionará significativamente la vida humana y su repercusión negativa será altamente perjudicial y nada parará su existencia.

El hombre -ser social- ha querido “construir” (sic) un mundo sin considerar o, al menos, restringiendo la ética y la moral, ensimismado en el éxito y fin propuesto que le es singularmente lo que de verdad le importaría, en menoscabo, si así fuere necesario, de paradigmas secularizados en el orden ético y moral.
Los poderes económicos y políticos fundados en modelos esteriotipados por su intereses y en contra del bien común, han resultado demasiado importantes, como para detenerse en “necedades” o conflictos morales o éticos, como la hambruna, la miseria de grandes contingentes humanos, la desatención a la infancia abandonada, la debida protección del anciano; la proliferación del consumo de drogas, las enfermedades infectocontagiosas de carácter sexual -como el sida- reaparición de enfermedades dadas por erradicadas –como la tuberculosis, etc.-, les ha parecido a los dirigentes del mundo como nimiedades no dignas de prestarle toda la atención que todo ello se merecen.
Pero, si queremos, hagamos la identificación de uno de los orígenes de esta crisis para que nos sirva de base y fundamento que nos permita una comparación. Para mí el origen mas importarte de esta crisis moral se llama: Carencia de solidaridad.
Y Esta falta de solidaridad tiene su origen a su vez en el abandono del hombre de los principios cristianos de la vida, al incumplir manifiestamente el mandamiento más grande: Amaos los unos a los otros, como yo os he amado, mandato donde Jesús resume los Diez mandamientos, herramienta que la sociedad de naciones ha olvidado en un porcentaje demasiado alto, tanto que creó la crisis de la falta de solidaridad.

No sé si ustedes se recordaran una anécdota inserta en el libro “La Rebelión de las Masas”, de José Ortega y Gasset. Me refiero a la del campesino que al ir al confesarse es interrogado en estos términos por el sacerdote:
¿Se ha leído usted, los Diez Mandamiento?
A lo que el campesino le responde: “...mire usted, padre, yo los iba a “lee”, pero me dijeron que los iban a “eliminá”...”

Y, ¿por qué ver la moral y la ética desde el punto de vista cristiano y no desde cualquiera otra visión?

Los cristianos conocemos un decálogo (Ley de Dios) que nos indica con claridad la visión sobre el bien y el mal, deberíamos saber exacta e inexcusablemente diferenciar sobre estas propuestas que el hombre conoce desde siempre. Por lo que “El decálogo es una luz ofrecida a la conciencia de todo hombre para manifestarle la llamada y los caminos de Dios y para protegerle del mal” (Catecismo 2058)

Pero si de las crisis tenemos que extraer algo positivo, lógicamente nos tendríamos que preguntar ¿Qué de bueno puede tener una crisis moral?

• En primer lugar señalaría la necesaria y urgente revisión de los valores que nos son propios por formación y convencimiento, y que nos sirven para que el hombre, además de solidario, conviva en sociedad de forma armónica y fundamentalmente con una visión cristológica (Cristo como centro neurálgico) de la humanidad.
Aunque los Diez Mandamiento no son una ley del hombre, es decir no forma parte de su cuadro jurídico, sí ha tomado de él buen apunto -el hombre- y lo ha llevado por ejemplo, a los códigos penales.
Los musulmanes, por ejemplo, afirman que: “Si amas a tu Creador, amas a tus semejantes” Y nosotros los cristianos bendecimos en nombre de Dios (Nuestro Creador) y al hacerlo trasmitimos el amor que Jesús infundió en nosotros tras su sacrificio (nadie ama más que aquel que es capaz de dar la vida por sus semejantes) Tenemos pues allí expresada una enseñanza, imposible de negar. Ese valor indubitable debe ser fortalecido con esta crisis moral, al señalarlo como norte de nuestro comportamiento cristiano.
• Otra evidente ganancia de esta crisis está en el contenido de la vivencia de la fe (Teológica) y en el reconocimiento que le debemos a la ética como proceder de actuación de la persona humana. Este manejo es un valor que si ponemos en práctica y veremos como todo funciona mejor, cuando nos aferramos a los valores éticos
• Revisemos nuestro proceder con quienes comparten nuestras vidas y también con aquellos que, sin estar demasiados cerca son nuestros parientes
• Indaguemos que hacemos con nuestra privilegiada vida, pues tenemos lo suficiente para vivir y en oportunidades de sobra, y sin embargo no somos capaces de compartir con quien tiene menos o sencillamente no tiene nada

La crisis moral tiene relación, igualmente, con ese proceder infantil con que vivimos nuestra religión.
• Nos atascamos en los conocimientos preliminares de nuestra religión y no profundizamos en el saber doctrinario (1) muy a pesar de que nuestros pastores ponen en nuestras manos documentos para el crecimiento de nuestra fe y de nuestro compromiso. Y sobre todo para ese compromiso adquiera dimensiones infranqueables de ser destruidas por los adversos a nuestra fe y, además, nos permiten realizarnos como verdaderos cristianos

• Debemos tomar conciencia que nuestra Iglesia, fundada por Jesucristo -Dios y hombre verdadero- es la ductor insustituible de nuestra fe y correspondencia cristiana. Por lo que cualquier manifestación doctrinal no surgida desde sus autoridades legitimas -su Santidad el Papa y los obispos actuando en conjunto- carece de total valor para nosotros. Esto lo digo particularmente por las manifiestas distorsiones que, aparentemente, surgen dentro de la propia Iglesia, pero que no dejan de ser meras opiniones personales de uno o varios pastores. Un ejemplo patético lo constituye la llamada teología de la liberación, que ha tratado en varias décadas de dividir a la Iglesia, sobre todo en Latinoamérica, sin poder pasar el umbral de su propia confusión.
• Hay que recordar las enseñanzas de Juan Pablo II, cuando nos dijo: “El alma que vive en contacto habitual con Dios y se mueve dentro del ardiente rayo de su amor, sabe defenderse con facilidad de la tentación de particularismos y antítesis, que crean el riesgo de dolorosas divisiones…”

Estas crisis morales son, como ya lo dije, momentos de revisión interna con la finalidad de esclarecer lo que pueda estar oscurecido por esos particularismos, que no son más que opciones señaladas por dañosas conductas fríamente escondidas en personalidades que se nos presentan muy comunicativos y entrañables, pero que encierra deliberados propósitos de captación para líneas absolutamente extrañas a la Iglesia de Cristo.
En la Iglesia Católica no se puede disentir de los principios dogmáticos de nuestro pensamiento y en las cuestiones que son estrictamente calificadas de verdad de fe. Quien quiera negar, por ejemplo, la Concepción de Maria por obra y gracia del Espíritu Santo lo puede hacer, pero definitivamente ha dejado atrás su fe, es decir ha renegado de su fe.

Lo mismo sucede con el concepto de pecado que ha sido “modernizado” y dispuesta su base más angosta para que pueda justificarse actos o acciones innegablemente pecaminosas, donde el hombre cae -como cualquiera de nosotros- pero que son estimadas desde una óptica particular y hasta sociológica.
Robar es un pecado, está impedido por el Decálogo, pero resulta de que el robo por necesidad es justificable y no sería falta alguna, no es pecado. En este ejemplo se presenta una situación bien interesante que vale la pena analizar.
Nos preguntamos ¿Qué sucede con quien fue blanco de lo robado? ¿Dónde queda su derecho de preservar lo que le pertenece? Y, por otra parte, ¿habría que hacerle un seguimiento al uso que se le dará a lo robado? ¿Fue cubierta la “necesidad” que “justifica” el robo o por lo contrario el producto del robo fue mal utilizado? ¿Es esto posible?

Si lo justificamos, ¿estamos dentro de qué o cuál tipo de moral?
Lo que queda demostrado es que no podemos concebir ni “construir” códigos, éticas o principios morales a nuestro real saber y entender, porque definitivamente estos escenarios son inadmisibles.


1 Entiendo como doctrina el suficiente conocimiento que cada fiel debe tener de la misión total de la Iglesia y de la peculiar participación y consiguiente responsabilidad especifica, que a él corresponde en esa misión única (San Josemaria Escriba, “Conversaciones III edición venezolana- Vértice, Pág., 32-2)

Theodoro Corona
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Mensaje por Galius Vie Sep 29, 2023 4:09 am


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Gracias por el aporte, es muy valioso para este foro, saludos


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