EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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EL TODO-CAPÍTULO IV

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Mensaje por Armando Lopez Mar Mar 05, 2024 3:28 am


EL TODO-CAPÍTULO IV

«Más allá del Kosmos, del Tiempo, del Espacio, de todo cuanto se mueve y
cambia, se encuentra la realidad
Substancial, la Verdad Fundamental.»
El Kybalion.

«Sustancia» significa lo que yace oculto bajo toda manifestación externa,
la realidad esencial, la cosa en sí misma. «Substancial» significa actualmente existente, el elemento esencial, el ser real. «Realidad»
significa el estado del ser verdadero, real, eterno, permanente, fijo.
Más allá de toda apariencia externa o manifestación debe haber siempre
una realidad substancial. Esta es la ley. El hombre al considerar y examinar
el universo, del cual es una unidad, no ve otra cosa que un cambio continuo
en la materia, en las fuerzas en los estados mentales. Ve que nada es realmente, que todo se transforma y cambia. Nada permanece: todo nace, crece,
muere; tan pronto como una cosa ha adquirido su máximo desarrollo empieza a declinar; la ley del ritmo está en constante operación; no hay realidades, nada firme, nada duradero, fijo o substancial, nada permanente, todo
es cambio. Todas las cosas surgen y evolucionan de otras cosas. Hay una
acción continua que es seguida siempre de su reacción correspondiente;
todo fluye y refluye, todo se construye y derrumba, todo es creación y destrucción, vida y muerte. Y si el hombre que tal examen hace y tales cosas
ve fuera un pensador, comprendería que todas esas cosas en perpetuo cambio no pueden ser sino simples apariencias externas o manifestaciones de
algún poder que se oculta tras ellas, de alguna realidad substancial encerrada en las mismas.
Todos los pensadores, de cualquier país o época, se han visto obligados a
afirmar la existencia de esta realidad substancial. Todas las filosofías,
cualquiera que haya sido su nombre, se han basado en esta idea. Los hombres han dado a esta realidad substancial muchos nombres: algunos la han
denominado «Dios», otros «Divinidad Infinita» y «Eterna Energía»,
«Materia», etc., pero todos han reconocido su existencia. Es evidente por
sí misma. No necesita argumentos.
En estas lecciones hemos seguido el ejemplo de algunos de los más
grandes pensadores del mundo, antiguos y modernos —los Maestros herméticos— y hemos denominado a ese poder que se oculta tras todas las
manifestaciones, a esa realidad substancial, por su nombre hermético del
TODO, cuyo término nos parece es el más amplio de los que puede emplear
el hombre.
Aceptamos y enseñamos las teorías de los grandes pensadores herméticos, como también las de esas almas iluminadas que han ascendido a planos
superiores de existencia. Unos y otros afirman que la naturaleza íntima del
TODO es incognoscible. Y esto debe ser así efectivamente, pues nadie, excepto el TODO mismo, puede comprender su propia naturaleza y su propio
ser. Los hermetistas creen y enseñan que el TODO en sí mismo es y debe
ser incognoscible. Consideran las teorías y especulaciones de los teólogos y
metafísicos respecto a la naturaleza íntima del TODO como esfuerzos infantiles de mentes mortales para sorprender el secreto del Infinito. Todos
esos esfuerzos han fracasado siempre, y seguirán fracasando, debido a la
naturaleza misma de la tarea. El que especula sobre ello se encuentra perdido en un laberinto de pensamientos sin salida, y si persiste en su intento
acaba por perder toda capacidad para razonar sanamente, hasta llegar a serle
imposible la vida. Se encontraría en una situación parecida a la de la ardilla,
que en la jaula se pone a girar en su rueda, sin moverse del mismo sitio,
continuando tan prisionera como antes de haber comenzado.
Y aun muchos más presuntuosos son esos que tratan de atribuir al TODO
la personalidad, cualidades, propiedades, características y atributos de
ellos mismos, como si el TODO tuviera las emociones, sentimientos y características de los humanos. Y llega hasta atribuirle malas cualidades, como
los celos, la susceptibilidad a la alabanza y a la oración, el deseo de que se
le ofrende y se le adore y todas esas otras cosas que nos han legado como
herencia de los primeros días de la infancia de la humanidad.
Tales ideas no le sirven para nada al hombre desarrollado y acaba por dejarlas a un lado.
Creemos debe indicar que hacemos una distinción entre la filosofía y la
metafísica. Religión significa para nosotros la realización intuitiva de la existencia del TODO y de la relación entre uno mismo y ÉL, mientras que la
teología significa para nosotros el esfuerzo o los esfuerzos que hace el hombre para atribuirle las propias cualidades, personalidad, características, etc.,
así como sus teorías proyectos, deseos y designios,
asumiendo el papel del intermediario entre el TODO y el pueblo. La
filosofía significa para nosotros la especulación que tiende a comprender las
cosas cognoscibles y pensables (permítasenos la palabra), en tanto que la
metafísica indica la tentativa de inquirir entre las nebulosidades de las regiones de lo incognoscible y de lo impensable, la que, al fin y al cabo, tiene
la misma tendencia que la teología. Consecuentemente, la religión y la
filosofía significan para nosotros cosas que tienen realidad por sí mismas,
en tanto que la teología y la metafísica son algo así como senderos tortuosos
y laberínticos, por los que circula la ignorancia, y forman la base más insegura e inestable sobre la que puede apoyarse la mente o el alma del hombre.
No insistiremos para que aceptéis estas definiciones; las mencionamos con
el único objeto de deslindar nuestra posición. De todas maneras, muy poco
hablaremos en estas lecciones de teología y metafísica.
Si bien es cierto que la naturaleza esencial del TODO es incognoscible,
hay, sin embargo, ciertas verdades relacionadas con su existencia, que la
mente humana se ve obligada a aceptar. El examen de éstas constituye un
asunto apropiado para la investigación, particularmente por lo que se refiere
a lo que el iluminado nos transmite de sus impresiones en los más elevados
planos de existencia. Y a esta investigación os invitamos ahora.
«Lo que constituye la Verdad fundamental, la Realidad substancial, está
más allá de toda denominación, pero el sabio lo llama el TODO.»
El Kybalion

«En su esencia, el TODO es incognoscible.»
El Kybalion

«Mas el dictamen de la razón debe ser recibido
hospitalariamente, y tratado con respeto.»
El Kybalion

La razón humana, cuyo dictamen debemos aceptar tanto como lo juzguemos conveniente, nos dice respeto al TODO, sin pretender desgarrar el velo
de lo incognoscible:

1. EL TODO debe ser todo lo que realmente es. Nada puede existir fuera
del TODO, o, de lo contrario, el TODO no sería tal.
2. EL TODO debe ser infinito, porque nada puede existir que defina, limite o ponga restricciones al TODO. Debe ser infinito en tiempo, o Eterno,
debe haber existido siempre, continuamente, pues nada puede haberlo creado jamás, y algo no puede nunca surgir de nada, y si alguna vez no hubiera
sido, aunque sólo fuera un instante, no podría ser. Debe existir por siempre,
porque nada hay que pueda destruirlo, y jamás puede dejar de ser ni aun por
un solo momento, porque algo nunca puede convertirse en nada. Debe ser
infinito en el Espacio, debe encontrarse en todas partes, porque nada existe,
ni hay sitio alguno que esté más allá del TODO. No puede ser de otra manera, sino continuo y omnipresente en el espacio, sin cesación, separación o
interrupción, porque no hay nada en ÉL que pueda interrumpirse, separarse
o cesar en su absoluta continuidad, y nada existe tampoco que pueda «llenar
las grietas». Debe ser infinito en Poder, o Absoluto, porque nada hay que
pueda limitarlo, restringirlo, confinarlo u obstaculizarlo. No está sujeto a
ningún poder, porque no hay otro que el Suyo.
3. EL TODO debe ser inmutable, esto es, no sujeto a cambio en su naturaleza real, porque nada existe que pueda obligarlo a cambiar, ni nada de lo
que pueda haberse transformado. No puede ser aumentado ni disminuido, ni
ser mayor o menor, bajo ningún aspecto. Debe haber
«sido» siempre, y debe seguir «siendo» siempre también, idéntico a lo
que es ahora: el TODO. Nunca ha habido, ni hay, ni habrá algo en lo que
pueda transformarse o cambiar.
Siendo el TODO Infinito, Absoluto, Eterno, Inmutable, debe deducirse
que todo lo que es finito, mudable, transformable y condicionado, no puede
ser el TODO. Y como nada existe fuera de Él en realidad, todo lo que sea
finito debe ser nada realmente. No os vayáis a sorprender o asustar, porque
no tratamos de embarcaros en Ciencia Cristiana, cubriendo estas enseñanzas bajo el título de Filosofía Hermética. Hay una reconciliación entre estos
aparentemente contradictorios asuntos. Tened paciencia, que a todo llegaremos a su debido tiempo.
Vemos en torno a nosotros eso que se llama «materia», la que constituye
las bases físicas de todas las formas. ¿Es el TODO materia simplemente?
Absolutamente no. La materia no puede manifestar Vida o Mentalidad, y
como la mente está manifestada en el universo, el TODO no puede ser materia, pues nada asciende más allá de su propia fuente, nada puede manifestarse en un efecto si no lo está también en la causa, nada puede evolucionar
o emerger como consecuente si no está involucrado o
involucionado como antecedente. Y además la ciencia moderna nos dice
que la materia no existe realmente, sino que es «energía o fuerza interrumpida», esto es, energía o fuerza en un grado menor de intensidad vibratoria.
Como ha dicho recientemente un escritor, «la materia se sumerge en el Misterio». Aun la ciencia materialista ha abandonado la teoría de la materia y
ahora descansa sobre la base de la «energía».
¿Es pues, el TODO mera fuerza o energía? No. La fuerza, tal como la entiendan los materialistas, es una cosa ciega, mecánica, carente de vida o
mentalidad. La vida y la mente no pueden nacer de ciega energía, por las
razones dadas un momento ha: «Nada puede subir más alto que su propia
fuente, nada evoluciona si no ha involucionado, nada se manifiesta en un
efecto si no está en la causa». Así que el TODO no puede ser mera fuerza o
energía, porque si lo fuera no existiría eso que se llama mente y vida, y ambas sabemos que existen, porque nosotros estamos vivos y estamos empleando nuestra mente en considerar esta cuestión; y en iguales condiciones se
encuentran los que afirman que la energía es todo.
¿Que es lo que hay superior a la materia y a la energía, y que sepamos
que existe en el Universo? ¡Vida y mente en todos sus diversos grados de
desenvolvimiento! Entonces preguntaréis: ¿Queréis significar que el TODO
es vida y mente? Si y no, es nuestra respuesta. Si entendéis por vida y
mente lo que nosotros, pobres mortales, conocemos de ellas: ¡No, el TODO
no es eso! Mas ¿qué clase de vida y mentalidad significáis?, preguntaréis.
La contestación es mente viviente, tan amplia como nosotros podamos
concebirla, puesto que la vida y la mente son muy superiores a la fuerza puramente mecánica o a la materia. Mente infinita y viviente, si se compara
con la vida y la mentalidad finitas. Queremos indicar eso que quieren significar las almas iluminadas, cuando reverentemente pronuncian la palabra:
¡ESPÍRITU!.
El TODO es mente viviente e infinita, los iluminados lo llaman Espíritu.
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