EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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POLARIDAD-CAPÍTULO X

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Mensaje por Armando Lopez Mar Mar 05, 2024 4:06 am



POLARIDAD-CAPÍTULO X

«Todo es dual, todo tiene polos; todo su par de opuestos; los semejantes y
desemejantes son los mismos; los
opuestos son idénticos en naturaleza, difiriendo sólo en grado; los extremos se tocan; todas las verdades, son
medias verdades, todas las paradojas pueden
reconciliarse.»
El Kybalion

El Cuarto Gran Principio Hermético —el Principio de polaridad—
encierra la verdad de que todas las cosas manifestadas tienen dos lados, dos
aspectos, dos polos; un par de opuestos con innumerables grados entre ambos extremos. Las antiguas paradojas, que siempre han confundido la mente
de los hombres, quedan explicadas si se comprende este principio.
El hombre siempre ha reconocido algo semejante a este principio y ha
tratado de expresarlas con dichos, máximas o aforismos como los siguientes: «Todo es y no es al mismo tiempo»; «todas las verdades no son más
que medias-verdades»; «toda verdad es medio-falsa»; «Todas las cosas
tienen dos lados»; «siempre hay un reverso para cada anverso», etc.
Las enseñanzas herméticas opinan sobre la diferencia que existe entre
cosas aparentemente opuestas diametralmente, que es sólo cuestión de grado. Y afirma que todo par de opuestos puede conciliarse y que la tesis y la
antítesis son idénticas en naturaleza, difiriendo sólo en grado. La concil-
iación universal de los opuestos se efectúa reconociendo este Principio de
Polaridad. Ejemplo de este principio pueden encontrarse en todas partes,
después de un examen de la naturaleza real de las cosas.
El espíritu y la materia no son más que polos de las mismas cosas, siendo
los planos intermediarios cuestión de grados vibratorios meramente. El
TODO y los muchos son los mismos, residiendo la diferencia solamente en
el grado de manifestación mental. De manera, pues, que la LEY y las leyes
son los dos polos de una sola y misma cosa.
E igual sucede con el PRINCIPIO y los principios, con la MENTE infinita y la mente finita.
Si pasamos al plano físico encontramos que el Calor y el Frío son de naturaleza idéntica, siendo la diferencia simple cuestión de grados. El termómetro indica los grados de temperatura, siendo el polo inferior el llamado «frío» y el superior «calor». Entre ambos hay muchos grados de calor y
frío, pues cualquier nombre que se les dé es correcto. De dos grados, el superior es siempre más caliente en comparación con el inferior, que es más
frío. No hay absolutamente un tipo fijo: todo es cuestión de grado. No hay
ningún sitio en el termómetro en el que cese el calor y comience el frío absolutamente. Todo se reduce a vibraciones más o menos elevadas o bajas.
Las mismas palabras «elevado» y «bajo» que nos vemos obligados a usar,
no son más que polos de la misma cosa: los términos son relativos. Así
sucede igualmente con el «Este» y el «Oeste».
Si viajamos alrededor del mundo en dirección al oriente, llegaremos a un
punto que se llama occidente, considerándolo desde el punto de partida.
Marchemos suficientemente lejos hacia el Norte y pronto nos encontraremos viajando hacia el sur y viceversa.
La Luz y la oscuridad son polos de la misma cosa, con muchos grados
entre ambos. La escala musical es la misma. Partiendo del sí en adelante llegaremos a encontrar otro sí y así sucesivamente, siendo las diferencias entre
los extremos también cuestión de grados. En la escala del color sucede otro
tanto, siendo la intensidad vibratoria la única diferencia que existe entre el
rojo y el violeta. Lo grande y lo pequeño son cosas relativas. Igualmente lo
es el ruido y la quietud, lo duro y lo blando, lo afilado y lo romo. Positivo y
negativo son los dos polos de una misma cosa, con innumerables gradaciones entre ambos.
Bueno y malo no son cosas absolutas; A un extremo lo llamamos bueno y
al otro malo, o Bien al uno y Mal al otro, de acuerdo con el sentido que
queramos darle. Una cosa es menos buena que la que le es superior en la
escala, pero esa cosa menos buena, a su vez, es mejor comparada con la que
tenga el más o el menos regido por la posición que tenga en la escala.
Igual cosa sucede en el plano mental. El amor y el odio son considerados
como diametralmente opuestos, completamente diferentes e irreconciliables. Pero si aplicamos el Principio de Polaridad, encontraremos que no
existe un amor absoluto o un odio absoluto, diferentes uno de otro. Los dos
no son más que términos aplicados a los dos polos de la misma cosa. Empezando en cualquier punto de la escala, encontramos «más amor» o
«menos odio», si ascendemos por ella, o
«menos amor» si por ella descendemos, y esto es cierto, sin importar
nada el punto, alto y bajo, que tomemos como partida.
Hay muchos grados de amor y de odio, y existe también un punto medio
donde el agrado y el desagrado se mezclan en tal forma que es imposible
distinguirlos. El valor y el miedo quedan también bajo la misma regla. Los
pares de opuestos existen por doquier. Donde encontremos una cosa, encontraremos también su opuesta: los dos polos.
Este hecho es el que permite al hermético transmutar un estado mental en
otro, siguiendo las líneas de polarización. Las cosas de diferente clase no
pueden transmutarse unas en otras, pero sí las de igual clase. Así, pues, el
Amor no podrá convertirse en Este u Oeste, o Rojo o Violeta, pero puede
tornarse en Odio, e igualmente el Odio puede tornarse en Amor cambiando
su polaridad. El valor puede transmutarse en miedo y viceversa. Las cosas
duras pueden tornarse blandas, las calientes, frías, y así sucesivamente,
efectuándose siempre la transmutación entre cosas de la misma clase, pero
de grado diferente. Tratándose de un hombre cobarde, si se elevan sus vibraciones mentales a lo largo de la línea Miedo-valor, se llenará de valentía
y desprecio por el peligro. E
igualmente el perezoso puede hacerse activo y enérgico, polarizándose
simplemente a lo largo de las líneas de la deseada cualidad.
Los discípulos familiarizados con los procedimientos mediante los cuales
producen las diversas escuelas de ciencia mental cambios en los estados
mentales de sus seguidores, quizás, no comprendan fácilmente cuál es el
principio que se oculta tras esos cambios. Pero, no obstante, una vez que se
ha entendido el Principio de Polaridad, se ve inmediatamente que esos cambios mentales son ocasionados por un cambio de polaridad, por un deslizamiento a lo largo de la misma escala. Este cambio no es de la naturaleza de
transmutar una cosa en otra completamente diferente, sino que se reduce a
un simple cambio de grado de la misma cosa, lo que es una diferencia importantísima. Por ejemplo, y sacando un ejemplo del Mundo Físico, es imposible cambiar el calor en agudeza o filosidad, pesadez, elevación, etc.,
pero puede ser fácilmente transmutado en frío, con sólo amortiguar la vibración. De la misma manera el odio y el amor son recíprocamente transmutables, así como el miedo y el valor. Pero el Miedo no puede transformarse en Amor, ni el Valor en Odio. Los estados mentales pertenecen a innumerables clases, cada una de las cuales tienen sus polos opuestos, a lo
largo de los cuales es posible la transmutación.
Se comprenderá fácilmente que, tanto en los estados mentales como en
los fenómenos del plano físico, los dos polos pueden ser clasificados como
positivo y negativo, respectivamente. Así, pues, el amor es positivo respecto al odio; el valor respecto al miedo; la actividad respecto de la inercia, etc.
Y también se notará, aun desconociendo el principio de vibración, que el
polo positivo parece ser de grado superior que el negativo, pudiendo aquel
dominar fácilmente a este. La tendencia de la Naturaleza es en dirección a
la actividad dominante del polo positivo.
Además del cambio de los polos de los propios estados mentales mediante la aplicación del arte de la polarización, el fenómeno de la influencia
mental, en sus múltiples fases, demuestra que el principio puede extenderse
hasta abarcar los fenómenos de la influencia de una mente sobre otra, de lo
que tanto ha sido escrito en los últimos años.
Cuando se comprende que la inducción mental es posible, esto es, que los
estados mentales pueden producirse por inducción de los demás, entonces
se verá como puede comunicarse a otra cierta clase de vibración o polaridad, cambiándose así la polarización de la mente entera.
La mayoría de los resultados obtenidos mediante los «tratamientos mentales» se obtienen según ese principio. Por ejemplo, una persona está triste,
melancólica y temerosa. Un científico de la mente eleva su propia mentalidad al deseado grado de vibración, mediante su voluntad previamente
ejercitada, y de esta manera obtiene la polarización requerida en su propia
mentalidad. Entonces por inducción, produce un estado mental análogo en
el otro, siendo el resultado que las vibraciones de éste se intensifican y el
paciente se polariza hacia el polo positivo de la escala, en vez de polarizarse
hacia el negativo, y sus temores, melancolía, etc., se transforman en valor,
contento y parecidos estados internos. Un poco de meditación sobre el
asunto demostrará que esos cambios mentales se efectúan casi todos a lo
largo de las líneas de polarización, siendo el cambio más bien cuestión que
de clase.
El conocimiento de este gran principio hermético permitirá comprender
mejor los propios estados mentales, así como los de los demás. Y se verá
que esos estados son puramente cuestión de grados, y al comprobar el hecho podrá elevar las vibraciones interiores a voluntad, cambiando su polaridad, haciéndose dueño de sus pensamientos, en vez de ser su esclavo y
servidor. Este conocimiento le permitirá además ayudar a otros inteligentemente, cambiando, mediante los métodos apropiados, su polaridad. Es muy
conveniente familiarizarse con este principio, porque su
comprensión correcta arrojará muchísima luz sobre problemas difíciles y
oscuros.
Armando Lopez
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