EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Capítulo VI- Neptuno y las Ninfas Marinas

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Mensaje por Roque Dom Abr 14, 2024 4:46 am






Capítulo VI- Neptuno y las Ninfas Marinas

TAMBIEN á este hijo suyo ocultó Cibeles en una cabreriza de
Arcadia, llevando á Saturno, que se lo engulló, un potrito que le dijo
haber parido. Cúpole en suerte el imperio de los mares, ríos y
arroyos.
Enamoróse de Anfitrite, que no lo quiso hasta que un buen
mediador, que fué un delfín, la persuadió que recibiese al Dios de los
Mares por esposo. Era este Dios su abuelo, por ser padre del
Océano, que lo era de Anfitrite, á quien tuvo de Doris, hija de Nereo y
de Tetis. Tuvieron por hijos á los Tritones, las Nereidas, que eran las
Ninfas de la mar, y las Náyades, que lo eran de los ríos, que
figuraban medio mujeres y medio pescados. Lo representan sentado
en una concha de gran tamaño, tirada por Hipopótamos unas veces,
y otras por caballos marinos, cuyos cuerpos terminaban en cola de
pescado, llevando en la mano un tridente que tenia tres puntas, para
significar el triple poder que tenia de conservar la mar, de
solevantarla y de apaciguarla. Habiendo fraguado los Cíclopes, y
tenia el poder de abrir la tierra cuando Neptuno la golpeaba con él.
Nereo, divinidad marina, hijo del Océano y de la Tierra, casó con
Doris, y tuvo por hija á Tetis. Era esta tan hermosa, que muchos
dioses la pretendieron; pero habiendo sabido que un oráculo de
Temis decía que Tetis tendría un hijo más famoso y más grande que
su padre, todos desistieron en sus pretensiones, y Tetis tuvo que
casarse con un simple mortal que fué Peleo, hijo de Eaco, Rey de
Egina. Fueron convidados á sus bodas todos los dioses y
divinidades, menos la Discordia, que por vengarse tiró en la mesa del
festín una manzana, con un letrero que decía: «A la más hermosa»; y
queriéndosela apropiar todas las diosas, se la disputaron, tanto, que
resultaron grandes males, como sucede siempre que todos quieren
una misma cosa, á la que por amor propio ó ambición creen tener
opción ó derecho; por eso se dice aún en nuestros días que ciertas
cosas son la «manzana de la Discordia».
Scila y Caribdis son dos monstruos marinos. La primera había sido
una bella ninfa de quien se enamoró Glauco, y no siendo
correspondido logró que la hechicera Circe la transformase en un
monstruo, de cuyo cuerpo salían porción de cabezas de perros, las
que con sus continuos ladridos atemorizaban á cuantos se le
acercaban. La pobre Scila desesperada se tiró al mar en el estrecho
de Sicilia. Al frente está un peligroso remolino en que fué
transformada Caribdis, que había robado los bueyes de Hércules; por
lo cual se dice al que por huir de un mal paso ó mal encuentro se
halla otro, que salió de Scila para entrar en Caribdis, como suele
suceder á los barcos en ese estrecho.
Las Sirenas, hijas del rio Acheloo, poseían con tanta perfección la
música, que habrían hecho hoy día gran papel entre los filarmónicos.
Dicen que para castigarlas de la mala vida que llevaban, fueron
transformadas en pájaros, conservando cabeza de mujer; pero
comúnmente se les representa como mujeres de cintura arriba, y lo
demás como pescados, que en las orillas del mar cantan para atraer
á los navegantes á su perdición sobre los escollos. Así es que el
canto de la Sirena sirve para definir una cosa suave y dulce que
arrastra á un peligro. Conocéis, pues, los habitantes con los que la
imaginación de los griegos pobló la mar. Después bajaremos á sus
infiernos, que son menos divertidos.

 FERNAN CABALLERO

Roque
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