Cartas desde el exilio
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Cartas desde el exilio
Cartas desde el exilio
Querida Cacho:
Estoy tan contento de haber oído tu voz el otro día por teléfono. Estoy tan contento de tenerte en mi mente como en mi corazón. Estoy tan contento de que me mantengas agarrado de la baranda de la realidad gracias a tu gran corazón y a tu enorme alma, que me parece ridículo cualquier intento de hacerte más gráfico este agradecimiento. La única manera es prometerte que voy a guardar, por ejemplo, ese atardecer en el museo cerca del río bajo árboles que se iban deshojando a través de los rayos del sol, como una de mis más preciados tesoros. La más valiosa de mis propiedades. Y así con muchos otros momentos, calles de sol en Corrientes y Callao, mesas de madera lustrada tras los ventanales del café Opera. Bife de chorizo, comido a solas, con ensalada, mirando la gente buscar revistas en el quiosco, en la cervecería antigua, ahora restaurante a casi media cuadra de tu antigua casa, por la misma mano, en Pueyrredón, casi Santa Fe. Es tarde, me estoy cayendo de sueño, pero debo decirte esto. Debo decirte que esos son mis tesoros y que vos sos la parte más importante, la punta de un enorme iceberg que me mantiene conectado a Buenos Aires, bajo tu comando, en las aguas azules y frías bajo tus pies, el gigantesco glaciar de las calles de la ciudad y la parte Sur, se entrelazan como laberintos ya descifrados, manteniéndome tan lúcido, como dentro de la fantasía que es, en sí, mi querida Buenos Aires. Que es lo mismo que decir mi querida Adriana, que es lo mismo que encontrar aún en el título de un libro, esa "Adriana Buenos Aires" que alguien escribió robándote el espíritu, pero no el alma ni el pelo al viento en la foto frente a la plaza del congreso, ni tu sonrisa con dientes blancos bajo el sol despiadado del verano en la ciudad, ni tu enorme, inalcanzable, infinita fuerza para denunciar al mundo, que el único amor que puede salvarlo es al amor, simple y sencillo, como una de tus francas risas o como uno de tus brillo de ojos, imposible de ser imitados.
Gracias entonces, mi querida Cachorra, por permitirle a mis manos, que acaricien este teclado como si estuvieran acariciando tus manos tan queridas amigas manos, sientiéndote tan profunda y tan pueril, como la vida misma, que en su afán de parecernos seria, solo nos hace sonreír dulcemente al ver sus vanos esfuerzos de asustarnos el alma.
Con todo mi cariño, para vos,
José Antonio
Querida Cacho:
Estoy tan contento de haber oído tu voz el otro día por teléfono. Estoy tan contento de tenerte en mi mente como en mi corazón. Estoy tan contento de que me mantengas agarrado de la baranda de la realidad gracias a tu gran corazón y a tu enorme alma, que me parece ridículo cualquier intento de hacerte más gráfico este agradecimiento. La única manera es prometerte que voy a guardar, por ejemplo, ese atardecer en el museo cerca del río bajo árboles que se iban deshojando a través de los rayos del sol, como una de mis más preciados tesoros. La más valiosa de mis propiedades. Y así con muchos otros momentos, calles de sol en Corrientes y Callao, mesas de madera lustrada tras los ventanales del café Opera. Bife de chorizo, comido a solas, con ensalada, mirando la gente buscar revistas en el quiosco, en la cervecería antigua, ahora restaurante a casi media cuadra de tu antigua casa, por la misma mano, en Pueyrredón, casi Santa Fe. Es tarde, me estoy cayendo de sueño, pero debo decirte esto. Debo decirte que esos son mis tesoros y que vos sos la parte más importante, la punta de un enorme iceberg que me mantiene conectado a Buenos Aires, bajo tu comando, en las aguas azules y frías bajo tus pies, el gigantesco glaciar de las calles de la ciudad y la parte Sur, se entrelazan como laberintos ya descifrados, manteniéndome tan lúcido, como dentro de la fantasía que es, en sí, mi querida Buenos Aires. Que es lo mismo que decir mi querida Adriana, que es lo mismo que encontrar aún en el título de un libro, esa "Adriana Buenos Aires" que alguien escribió robándote el espíritu, pero no el alma ni el pelo al viento en la foto frente a la plaza del congreso, ni tu sonrisa con dientes blancos bajo el sol despiadado del verano en la ciudad, ni tu enorme, inalcanzable, infinita fuerza para denunciar al mundo, que el único amor que puede salvarlo es al amor, simple y sencillo, como una de tus francas risas o como uno de tus brillo de ojos, imposible de ser imitados.
Gracias entonces, mi querida Cachorra, por permitirle a mis manos, que acaricien este teclado como si estuvieran acariciando tus manos tan queridas amigas manos, sientiéndote tan profunda y tan pueril, como la vida misma, que en su afán de parecernos seria, solo nos hace sonreír dulcemente al ver sus vanos esfuerzos de asustarnos el alma.
Con todo mi cariño, para vos,
José Antonio
Hipólita- Cantidad de envíos : 215
Puntos : 40237
Fecha de inscripción : 28/06/2013
Re: Cartas desde el exilio
Una carta emocional de José, gracias amiga por postear en el foro.
Pablo Martin- Poeta especial
- Cantidad de envíos : 756
Puntos : 11386
Fecha de inscripción : 11/09/2021
shamaim- Cantidad de envíos : 396
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Fecha de inscripción : 30/09/2014
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