PARA TU CALAVERITA
EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA :: Historia de Vida y Cartas :: Historias y Relatos de Lilymeth Mena
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PARA TU CALAVERITA
Teodoro era un hombre denso como pocos. Desde pequeño su madre lo educó cariñosamente, enseñándole a ser bueno, a tratar bien a los demás, a considerar primero las necesidades de los otros antes que las suyas. Le enseño que a las niñas no se les toca ni con el pétalo de una rosa. Y así creció Teodoro rodeado de mujeres que le enseñaban lo dulce de la vida, por que cuando eres niño que mujer no es dulce contigo?
Fue durante su juventud que lo sorprendió aquel despertar terrible. Comenzó a darse cuenta de que las mujeres no son esas criaturas celestiales que él tenía en mente. Descubrió con mucha decepción que las mujeres son caprichosas, mal humoradas, controladoras, incoherentes.
Aun así, nuestro dulce Teodoro se mantuvo firme en su trato con las féminas, siempre cortes, caballeroso, considerado, incluso si unos ojos verdes le sonreían, se podía convertir en ese hombre encantador que no siempre dejaba ver.
Fue solo bajo el hechizo de aquella piel tan blanca, que Teodoro se rindió totalmente. Nada le parecía suficiente para ella, ni siquiera él mismo. Quizá por eso realmente nunca lo fue.
Solo hay dos cosas que el amor no pasa por alto, la falta de imaginación y el que realmente nunca haya sido amor.
Tan solo tres años después Teodoro se quedó solo, con el corazón roto, y una tristeza que poco a poco se convirtiera en la peor de las decepciones. La decepción se volvió coraje y luego ya no quedaba nada más. Pese a que hubo quien le suplicaba por un poco de atención, de su afecto, a él ya no le importaban esas cosas, tal vez, ya no quería que le importaran.
Yo en lo personal, comparto con Teodoro la decepción, el coraje de saber que siempre hiciste lo correcto, que siempre diste todo lo que podías y un pico mas, pero nunca nada es suficiente. Yo se lo que es despertar con ganas de seguir durmiendo, lo detestable que te vuelves para ti mismo intentando ser el de siempre para los demás. Tener que sostener la sonrisa feliz durante todo el día, o al menos mientras los demás te miran. Por que no hay nada peor que sentirte fatal y que encima te hagan preguntas idiotas.
Hoy es sábado, son apenas las diez, Teodoro sale de casa temprano para comprar jugo y algo para desayunar. Llegando al supermercado decide meterse al departamento de discos. Perder el tiempo mirando carátulas viejas le caerá bien. Toma de una repisa un disco ochentero y checa la lista de canciones. De reojo junto a él una figura alargada envuelta en una túnica negra, estira su huesuda mano para tomar el mismo disco.
Teodoro lo mira de reojo sin moverse y casi sin respirar.
Disimuladamente, Teodoro devuelve el disco a su repisa y sale del departamento de discos, al llegar a frutas y verduras toma una cesta y comienza a llenarla de fruta. Cuando levanta la mirada, a solo dos pasillos de donde él se encuentra, está la figura negra, esta vez también tiene una cesta bajo el brazo y pone frutas en ella.
Teodoro se siente ahora realmente incomodo, camina apresuradamente al departamento de farmacia y le pide al encargado unos multivitamínicos. Cuando llega al área de cajas a hacer fila, la figura negra está a unas cuantas cajas de la suya. Cuando la cajera le indica el monto a pagar, Teodoro busca nerviosamente el dinero en su billetera, paga apresuradamente y baja al estacionamiento.
Para poca sorpresa del hombre, la muerte también viene bajando por la rampa con su carrito lleno de víveres.
–Bueno, creo que ya estuvo suave eso de andarme siguiendo ¡ –le dice Teodoro a la muerte en un tono no muy amigable y con la respiración un tanto agitada. –Seguirte yo? –dice la huesuda poniendo el dedo índice sobre su pecho. –Como para qué demonios crees que a mi me interesaría seguirte, compadre? –Pues no se, pero ya me pusiste nervioso y de malas, dime de una chingada vez que es lo que quieres. Y si vienes a llevarme, pues llévame y ya pero deja de estarme fregando…y no soy tu compadre ¡. –¿Ah, pero tú crees que quiero llevarte? –dijo la muerte y luego soltó una sonora carcajada. –Mira, Teodoro, cálmate, aunque te has pasado de la raya hablándome de un modo tan altanero. Te aclaro que a mí no me interesa llevarme a gente como tú.
–Gente como yo? –Exactamente.
Teodoro no entiende lo que la muerte le quiere decir, con eso de “gente como tú”, no se supone que todos somos mortales? ¿Que la muerte tiene que venir a recogernos a todos cuando nos llegue la hora?
–Podrías, si no fuera mucha molestia, explicarme eso de “gente como yo”?.
–Veras, mi entusiasta Teodoro, yo nunca doy explicaciones. Pero viendo lo agitado que estas, te contaré un poco como está tu situación, y solo porque has bajado tu tono de voz. Aunque lo hayas cambiado por uno tan sarcástico.
A mi no me interesa para nada echar un viaje para llevarme a un tipo como tú, y no es para que te sientas menospreciado por favor. Espero que no seas de esos a los que les gusta gimotear cuando alguien no los quiere. Mira, tu alma hace rato que divaga por un mundo muy lejano al tuyo, tu espíritu te abandonó cuando perdiste por completo la esperanza, y lo poco que te quedaba de integridad, ve tú a saber a donde fue a parar. Lo que queda de ti no es más que un pinche cascaron. Eres un zombie Teodoro.
Realmente no entiendo por qué maldita razón te sigues despertando cada mañana. Yo la verdad es que, te llevaría con mucho gusto, pero, no tengo espacio para ti.
Así que tendrás que dispensarme por no llevarte. Y si alguna otra vez nos volvemos a encontrar, por que siempre hago mis compras aquí, en mucho te he de agradecer que no me devuelvas el saludo.
La muerte puso una de sus largas manos sobre el hombro de Teodoro, y se fue empujando el carrito del supermercado.
Subió sus bolsas a la cajuela de su camioneta y se fue.
Lilymeth Mena
Fue durante su juventud que lo sorprendió aquel despertar terrible. Comenzó a darse cuenta de que las mujeres no son esas criaturas celestiales que él tenía en mente. Descubrió con mucha decepción que las mujeres son caprichosas, mal humoradas, controladoras, incoherentes.
Aun así, nuestro dulce Teodoro se mantuvo firme en su trato con las féminas, siempre cortes, caballeroso, considerado, incluso si unos ojos verdes le sonreían, se podía convertir en ese hombre encantador que no siempre dejaba ver.
Fue solo bajo el hechizo de aquella piel tan blanca, que Teodoro se rindió totalmente. Nada le parecía suficiente para ella, ni siquiera él mismo. Quizá por eso realmente nunca lo fue.
Solo hay dos cosas que el amor no pasa por alto, la falta de imaginación y el que realmente nunca haya sido amor.
Tan solo tres años después Teodoro se quedó solo, con el corazón roto, y una tristeza que poco a poco se convirtiera en la peor de las decepciones. La decepción se volvió coraje y luego ya no quedaba nada más. Pese a que hubo quien le suplicaba por un poco de atención, de su afecto, a él ya no le importaban esas cosas, tal vez, ya no quería que le importaran.
Yo en lo personal, comparto con Teodoro la decepción, el coraje de saber que siempre hiciste lo correcto, que siempre diste todo lo que podías y un pico mas, pero nunca nada es suficiente. Yo se lo que es despertar con ganas de seguir durmiendo, lo detestable que te vuelves para ti mismo intentando ser el de siempre para los demás. Tener que sostener la sonrisa feliz durante todo el día, o al menos mientras los demás te miran. Por que no hay nada peor que sentirte fatal y que encima te hagan preguntas idiotas.
Hoy es sábado, son apenas las diez, Teodoro sale de casa temprano para comprar jugo y algo para desayunar. Llegando al supermercado decide meterse al departamento de discos. Perder el tiempo mirando carátulas viejas le caerá bien. Toma de una repisa un disco ochentero y checa la lista de canciones. De reojo junto a él una figura alargada envuelta en una túnica negra, estira su huesuda mano para tomar el mismo disco.
Teodoro lo mira de reojo sin moverse y casi sin respirar.
Disimuladamente, Teodoro devuelve el disco a su repisa y sale del departamento de discos, al llegar a frutas y verduras toma una cesta y comienza a llenarla de fruta. Cuando levanta la mirada, a solo dos pasillos de donde él se encuentra, está la figura negra, esta vez también tiene una cesta bajo el brazo y pone frutas en ella.
Teodoro se siente ahora realmente incomodo, camina apresuradamente al departamento de farmacia y le pide al encargado unos multivitamínicos. Cuando llega al área de cajas a hacer fila, la figura negra está a unas cuantas cajas de la suya. Cuando la cajera le indica el monto a pagar, Teodoro busca nerviosamente el dinero en su billetera, paga apresuradamente y baja al estacionamiento.
Para poca sorpresa del hombre, la muerte también viene bajando por la rampa con su carrito lleno de víveres.
–Bueno, creo que ya estuvo suave eso de andarme siguiendo ¡ –le dice Teodoro a la muerte en un tono no muy amigable y con la respiración un tanto agitada. –Seguirte yo? –dice la huesuda poniendo el dedo índice sobre su pecho. –Como para qué demonios crees que a mi me interesaría seguirte, compadre? –Pues no se, pero ya me pusiste nervioso y de malas, dime de una chingada vez que es lo que quieres. Y si vienes a llevarme, pues llévame y ya pero deja de estarme fregando…y no soy tu compadre ¡. –¿Ah, pero tú crees que quiero llevarte? –dijo la muerte y luego soltó una sonora carcajada. –Mira, Teodoro, cálmate, aunque te has pasado de la raya hablándome de un modo tan altanero. Te aclaro que a mí no me interesa llevarme a gente como tú.
–Gente como yo? –Exactamente.
Teodoro no entiende lo que la muerte le quiere decir, con eso de “gente como tú”, no se supone que todos somos mortales? ¿Que la muerte tiene que venir a recogernos a todos cuando nos llegue la hora?
–Podrías, si no fuera mucha molestia, explicarme eso de “gente como yo”?.
–Veras, mi entusiasta Teodoro, yo nunca doy explicaciones. Pero viendo lo agitado que estas, te contaré un poco como está tu situación, y solo porque has bajado tu tono de voz. Aunque lo hayas cambiado por uno tan sarcástico.
A mi no me interesa para nada echar un viaje para llevarme a un tipo como tú, y no es para que te sientas menospreciado por favor. Espero que no seas de esos a los que les gusta gimotear cuando alguien no los quiere. Mira, tu alma hace rato que divaga por un mundo muy lejano al tuyo, tu espíritu te abandonó cuando perdiste por completo la esperanza, y lo poco que te quedaba de integridad, ve tú a saber a donde fue a parar. Lo que queda de ti no es más que un pinche cascaron. Eres un zombie Teodoro.
Realmente no entiendo por qué maldita razón te sigues despertando cada mañana. Yo la verdad es que, te llevaría con mucho gusto, pero, no tengo espacio para ti.
Así que tendrás que dispensarme por no llevarte. Y si alguna otra vez nos volvemos a encontrar, por que siempre hago mis compras aquí, en mucho te he de agradecer que no me devuelvas el saludo.
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Lilymeth Mena
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